O N C E

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—Él no quiere verme, me culpa. —Digo a Zek cuando entra en mi habitación con un tazón de sangre caliente, aparto un par de mechones rubios platino, los cuales están a nada de adoptar el característico gris, y levanto la mirada, compartiendo el dolor que reflejan mis ojos.

—Está asustado, Lyd, su cuerpo está cambiando y solo busca a alguien a quién culpar.

—Pero razón tiene, eso es lo peor. Estoy maldita, como dicen los pueblerinos, todo vínculo cercano a mí termina muriendo. —Doy un pequeño trago a la sangre y cierro los ojos ante su placentero sabor, mi cuerpo entero ruge por más.

—Come con calma o lo vomitarás todo después. —Asiento y voy dando pequeños sorbos a mi comida barra bebida hasta terminarlo. — ¿Quieres más?

—Sí, pero sé que Jagger no va a darme más.

—Ya, pero, soy yo quien está alimentándote, ¿o no?—Mis ojos prácticamente brillan ante eso y una enorme sonrisa se instala en mis labios, él me la devuelve. —Vamos antes de que ellos vuelvan.

— ¿Dónde fueron, por cierto?

—A cazar, ¿o acaso crees que la sangre sale del grifo de la cocina?—Me estremezco ante eso y bajamos hasta la cocina, yo salto sobre la isla de la cocina mientras él pone a calentar un poco más de sangre.

— ¿Por qué haces esto?

—Porque sé lo que es pasar hambre siendo primerizo y lo horrible que es no saciarla. —Recarga su espalda a un lado de mí, le doy una diminuta sonrisa y tomo su mano. Mi error.

Mi respiración se encuentra agitada mientras mis piernas se mueven a toda velocidad, sorteando ramas y troncos caídos, me detengo a escuchar y miro con frenesí mi alrededor, ocasionando que mi largo flequillo castaño pique uno de mis ojos.

Una rama es rota a mi costado y vuelvo a la carrera, por mi rabillo del ojo percibo una masa de pelaje marrón correr a la par mía, acelero, sintiendo a mi corazón golpear dolorosamente mi caja torácica antes que la masa, que ahora distingo que es un lobo, aporree mi cuerpo y caiga sobre mí. Blasfemo y soplo, como puedo, un poco de los polvos de mi padre, el lobo aúlla y yo puedo escabullirme entre sus patas, retomando mi carrera.

Corro en línea recta, raspando mi brazo izquierdo cuando impacto con violencia contra el tronco desnudo de un árbol, pero eso no detiene mi huida. A lo lejos vislumbro la fachada de mi casa, entrecierro los ojos y me topo con la figura de mi prima, quien tiene el ceño fruncido mientras resuelve uno de los deberes del instituto. Me detengo abruptamente. No puedo dejar que ellos la hieran.

Contengo las lágrimas mientras los escucho acercarse a toda máquina y mi último pensamiento es ella, específicamente su nombre.

—Lydia... —Susurro y cierro los ojos con fuerza cuando el primer mordisco llega a mi cuerpo, justo en los omóplatos.

El grito que sale de mis cuerdas vocales destroza las paredes de cristal que nos resguardan, todas y cada una, dejando solo los cimientos de la casa y las pertenencias en ella. Las lágrimas caen a raudales por mis mejillas mientras revivo cada segundo del recuerdo de la muerte de mi primo, todo su sufrimiento y pensamientos. Todo atraviesa mi cuerpo y pulveriza los cristales de la casa de cristal. Alguien maldice a lo lejos.

Un par de brazos me rodean y llevan hasta un musculoso y confortable pecho, inhalo el aroma de quien me sostiene, me tenso y el llanto se detiene mientras Jameson acaricia mi cabello, instantes después se separa y me mira a los ojos, detecto preocupación en los suyos antes de que me separe de su cuerpo y confort, y observe a Zarek, alias mi difunto primo.

Luz de lunaWhere stories live. Discover now