Capítulo 31

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El silencio de la sala de espera iba acompañado del “Tic Tac” del reloj.

Y él lo había estado ignorando desde hacía rato. Entre estas cuatro paredes, inundadas por el silencio, él se había sentido considerablemente abrumado.

Cada vez que la manecilla se movía, era un parpadeo nervioso de su parte; era una nueva gota de sudor que se arrastraba por su espalda y una bocanada de incomodad que se había obligado a tragar. No podía recordar la última vez que se había quedado tan quieto, pero eso no tenía prioridad ahora. Él estaba disgustado y había sido difícil ignorar el silbido de la calefacción en su oído izquierdo, la tos de la mujer sentada a dos sillas tras su espalda, o el sonido molestando su oído derecho, el rasgar que el hombre sentado a su lado hacía al pasar la página de aquel periódico que leía. Incluso, podría deberse a la nueva recepcionista, por la forma tan simple en la que tomaba la pluma al escribir y su gesto tan bonito al subir sus lentes de pastilla por su tabique, para luego volver a escribir.

Un dolor se acumuló entre medio de sus cejas, con él dándose cuenta de que había estado frunciendo el ceño por todo el estrés que le daba esta espera. Antes, se había fijado en que, la pared a su derecha tenía una mancha, la marca de una pisada. Tal vez de un infante a quien le pareció divertido el saber que era el trabajo de alguien más el tener que limpiarlo después. Las plantas que decoraban la habitación ya no eran naturales, sino artificiales. Él se sorprendió cuando entró al lugar, descubriendo que el bambú con el que se había tropezado era de plástico. En ese momento, la televisión frente a él dio un drástico cambio de un aburrido canal de noticias a un comercial de pasta dental. El hombre a su lado pasó otra página, la mujer tras su espalda tosió y, con el errático puntapié de su pierna, Jung Hoseok se impacientó.

Se levantó de su asiento con un chirrido, acercándose a la recepción. Se recostó en el mostrador y con sus uñas tamborileando sobre la madera, habló.

— Disculpe, señorita. — Su voz tembló y él literalmente no tenía ni idea de cómo decir lo que quería a continuación. Tosió para llamar su atención y ella levantó sus ojos del papel, sonriendo. Kang Sora, leyó en su carné de identificación. Sino mal recordaba, era la chica que había visto caminar por el pasillo hacía tan sólo una semana, las otras asistentes atendiendo sus cotilleos de rutina y dejándole saber todo detalle respecto a él. Para estas alturas, ella tal vez sabía más de su vida de lo que él mismo lo hacía. — Sé que es egoísta de mi parte pedirle esto aún cuando soy consciente de que es su trabajo mantenerme aquí, pero… ¿Podría salir un momento? Volveré enseguida. Es sólo que no me siento cómodo con la idea de que ahí dentro están haciendo... eso. — Él en realidad no quería que ella, porque era nueva, viese que estaba temblando, ahí, sobre sus pies. “Aunque yo en serio odio esta sala de espera” agregó dentro de su cabeza.

— ¿Hoseok-ssi, no es verdad? — Preguntó, riendo encantadoramente. Él casi podía escuchar el mismo tono de voz con el que ella había comentado “¿Ese de allá? Pero no se parecen en nada”. Hoseok hizo todo lo posible para sonreír y asentir. — Es la primera vez que nos vemos, creo. Tú y ese otro chico se pasan por aquí muy seguido, ¿no es así? 

Como si no lo supieses ya”, Hoseok sonrió de nuevo.

— Así es, correcto. Aunque ese no es el tema en cuestión, lo que quería saber es—

— Lamento si pregunto, sólo tengo curiosidad. — Juntó sus manos en un gesto de ruego que Hoseok suponía era porque estaba dando una imagen demasiado entrometida de sí misma. Ella no tenía que fingir, no en realidad. Las personas en aquel lugar eran todos parecidos a ella. Él incluso revivió el recuerdo de uno de los chicos nuevos hacía mucho tiempo, aquel que era “Seok” esto, “Seokie” aquello, sabiendo bien que no tenía nada en contra de este tipo de comportamiento. Después de todo, gracias a él había descubierto el cruel hecho de que era imperativo para un ser humano el adaptarse a sus entornos. Hoseok lo entendió a temprana edad. Que este mundo era de todo menos justo. — ¿Es cierto que estás estudiando sociología? — Preguntó ella, encogiendo sus hombros y cruzando los dedos por debajo de su barbilla. Lo único que faltaba era… Oh, ahí estaba. Ese realce de sus pómulos, ese pestañeo tan coqueto.

Blindfold (目隠し) ʲⁱᵏᵒᵒᵏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora