El comienzo del fin

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Para su enfermedad no había otra cura que el mismo mal, y no podía abstenerse o ponerse en cuarentena de su presencia, porque era tan adicta que posiblemente moriría sin la dosis diaria de su compañía. ¿Y qué hacer cuando sabes que no eres correspondida?

Alguna vez pensó que si fuera más estúpida, posiblemente sería más feliz, porque como alguna vez leyó las personas que viven en ignorancia o que simplemente no quieren ahondar en temas más complejos y complicados tienden a ser más felices que todas ellas que se plantean todo una y otra vez en busca de respuestas.

Si lo fuera habría seguido o creído seguir enamorada de cierto chico que a su parecer era menos complicado de entender y que, aunque no fuera la cura a sus problemas le supondría una dosis de alivio y fingida recuperación. Si hubiera seguido igual de ciega que hace unos años no estaría sufriendo tontamente ahora.

Su mano delineó el margen del cuaderno y con su mejor letra garabateó dos iniciales sobre el margen de la hoja.
A este paso todos sus apuntes estaban decorados de la misma manera, ¿Pero quien sospecharía de algo tan simple como eso? Después de todo, las iniciales eran las suyas…o eso diría si alguien preguntaba.

Nunca creyó en la astronomía, destinos y proféticas adivinaciones sobre romances eternos y predestinados, pero ahora no dejaba de parecerle especialmente mágico que compartieran iniciales y tantas cosas en común.  Si ahora mismo Trelawney apareciera y le hiciera una profecía sobre su destino unido al de él escrito en las estrellas seguramente se aferraría a ello. Aunque fuera efímero y, conociéndose volviera a su razonamiento y lógica para desestimar una tontería como esa.

Pero así es como era y no podía cambiarse por más que lo quisiese.

Ser ella comenzaba a doler y estar tan enferma comenzaba a debilitarla y dejarla sin fuerzas…porque cuando no eres correspondido no es un estado pacífico, pleno y lleno de amor como lo pintan en las películas sino todo lo contrario. 

—¿Lo terminaste?

Hermione dio un brinco y sus manos cubrieron su cuaderno con aprehensión, se despabilo lo suficiente como para recordarse que no estaba haciendo nada malo y compuso una sonrisa amistosa para el recién llegado. No lo miró, sabiendo que caería en un bucle del que no podría salir hasta que la volviera a dejar sola.

—Sí, acabo de terminar todos los deberes de la semana. ¿Y tú?

—Hmmm. Me falta un poco menos de la mitad pero como debo ver a Dumbledore después…no creo terminar algunas cosas.

—Podrías empezar ahora— sugirió ella e inmediatamente comenzó a apartar sus libros de la mesa donde estaba sentada para darle espacio. Al hacerlo sus manos rozaron cuando él comenzaba a poner su pergamino sobre la mesa, y ahí estaba el escalofrío.

—Puedo ayudarte, tienes entrenamiento hoy ¿verdad?

Olvidándose de su regla de 《No mirarlo》sus ojos subieron hasta encontrar los suyos, que al oir sus palabras brillaron con alivio y le dio un fuerte y rápido apretón de manos que duró demasiado poco.

—¡Gracias, Hermione! Eres increíble.

—Siempre es más fácil ayudarte a ti— murmuró ella con una sonrisa tímida— Casi siempre tienes todo bien hecho en comparación a Ron. Pero no se lo digas.

— Prometido— respondió Harry y le guiñó un ojo mientras se colocaba los brazos detrás de la cabeza y se acomodaba mejor en el asiento para mirarla. 

Otro escalofrío.

Y así pasaron los minutos, con su pluma rasgando el pergamino y miradas fugaces hacía él, que como siempre, parecía no darse cuenta de nada.

Harry Y Hermione (one shots) Where stories live. Discover now