Fingiendo

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Situado en Harry Potter y el misterio del príncipe.
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¿Cuántas veces lo había rechazado?

Parecían imposibles de contar y, posiblemente, para la mente de él, aquello era igual a ninguna. Se había escondido, lo ignoró, incluso intentó ser maleducada, pero ni eso funcionó, contrario a lo que alguien con sentido común pensaría él lo tomaba como más interés de su parte.

"Ya caerás" le dijo, sí, sólo "caería" cuando perdiera todas las neuronas del cerebro y esperaba, eso no sucediera pronto.

No obstante a los ya muchos problemas que tenía ahora se le sumaba otro, el ostentoso baile del profesor Slughorn. Se sintió halagada al ser invitada, pues sólo los mejores alumnos asistían, y Hermione agradecía estar ahí por su inteligencia y no por el puesto que ocupaba su padre, todos los méritos en el mundo mágico eran suyos y podía sentirse orgullosa de ello. Lo peor vino cuando se enteró que Cormac también asistiría y eso arruinó todo, ¿Ahora cómo quitárselo de encima?

Cualquiera pensaría que por tener amigos varones gozaría de más protección, sobre todo teniendo en cuenta que uno de ellos tenía una hermana pequeña ¡Y ella era su amiga! Pero no, Ronald lo único que había hecho era prácticamente lanzarla a sus brazos. ¿Es que no notaban la manera en que Cormac la veía? Lejos de parecer atractivo daba la pinta de acosador y lo único que Hermione podía pensar era en huir de él y su agobiante presencia.

Vaya amigos que tenía, uno preocupado por el Quidditch (como no) y el otro tratando de ser buen capitán, eso sí, sin dejar de lado los temas acerca de mortífagos y el señor tenebroso.

—Señorita Granger, debe irse, estoy por cerrar— murmuró la voz, medio ronca a sus espaldas, despertándola de sus ensoñaciones. Sin esperar más Hermione tomó sus libros y los metió en la mochila con prisa, por lo que veía por los grandes ventanales incluso se había perdido la cena.

—Lo siento, me retrasé. 

Madame Pince le dedicó una mirada irritada antes de que la chica saliera casi corriendo de la biblioteca.

Mientras recorría los pasillos, ahora medio desiertos, pensó que podría ir a las cocinas y entonces degustar una tartaleta de fresa, pero sólo de pensar en aquellos pobres elfos... Además estaba segura que no sería muy bien recibida ahí, con tan sólo una mención a la libertad se escandalizaban, negándose a acercarse a ella. Suspiró, algún día ella se encargaría de ayudarlos y esperaba, dejarían de ver la esclavitud como la mejor de sus opciones.

Desechó la idea y apuró el paso. Consiente ya de lo tarde que era subió las escaleras mientras algunos cuadros ya dormitaban y, justo antes de subir el último tramo la tomaron por los hombros, obligándola a darse la vuelta tan rápido que sintió un mareo, fue entonces que vislumbró los hombros anchos de nada más y nada menos que la pesadilla.

—¿Hacia donde ibas? Es toda una casualidad que nos hayamos encontrado, preciosa.

—Ya lo creo— susurró bajito.

—¿Qué has dicho?  

—Que me dejes en paz— replicó Hermione y continuó su camino, como pudo se sacudió las manos de Cormac y prácticamente subió de dos en dos los escalones, lo que no sirvió, tomando en cuenta las largas piernas del chico a su lado, alcanzándola con facilidad.

—¡Ey! No corras. Si somos de la misma casa, podemos llegar juntos... O ir a cualquier otro lado, ¿Cuál es la prisa?

Hermione fingió no escucharlo.

—O tal vez no. Bien, te estuve buscando todo el día, ¿No adivinas por qué? 

Ahora ya venía tras ella, mientras Hermione maldecía tener piernas más cortas que los chicos.

Harry Y Hermione (one shots) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora