Como si no hubiera un mañana

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La alegría no volvería.

No mientras el mundo siguiera pareciendo un infierno como ese. En el que cualquier cosa podría suceder, en el que, por cualquier pequeño descuido podrían morir.
Ya ni siquiera tenía caso pretender que las cosas mejorarían.

Sus ojos ardían, al igual que cada noche durante la última semana, incluso si no podían derramar ni una sola lágrima más. Quizás se encontraban demasiado exhaustos de humedecerse al pensar en el causante de su tristeza.

Aquel ingrato chico que, por cruel que pareciera, solo aportó más dolores que alegrías por las últimas semanas, ¿O meses? En retrospectiva, si prefería ser realista, desde que lo conocía, él siempre se encargó de ser cruel, inmaduro y terco.

Por suerte, sus recuerdos felices no eran escasos, tan necesarios en momentos tan duros como esos, y ella se aferró a ellos como un ancla. La mayoría de ellos, compartidos entre sus dos mejores amigos y ella. Risas, bromas, miradas y significativos instantes de apoyo incondicional. Todos ellos con algo en común: Harry.

Hermione no pretendía engañarse. Estaba perdiéndolo también.

Su amistad no era perfecta y en muchas ocasiones sabía que, en su desesperado intento por ayudar solo conseguía sacarlo de sus casillas, pese a ser buenos amigos la mayoría del tiempo. Lo que tenían frente a ellos ahora, ponía en duda todo lo que creyeron cierto antes.

Podían seguir juntos en medio de la nada, ocultos, compartiendo la misma miseria, pero la amistad que durante años demostró mantenerlos a flote comenzaba a quebrarse. Sin Ron, supuso, no podía ser de otra manera.

Su abandono quebró toda la entereza que pudieron tener. Sumiéndolos en la incertidumbre. Si Ron, su amigo, podía dejarlos atrás con tan poca fe puesta en la encomienda de Harry y el éxito que podría tener, ¿Qué los hacía pensar que realmente funcionaría?

Hermione deseó poder motivarlo, convertir su tristeza en optimismo y empujar a Harry hacia adelante, pero la cuestión era, que no se sentía lo suficientemente segura de las mentiras que habría que decirle.

¿Cómo ignorar su situación? El indiscutible hecho de que Voldemort parecía contar con todas las piezas necesarias para autoproclamarse victorioso la aterraba. En momentos como esos, Hermione detestaba ser tan tremendamente lógica.

Lo único real, indiscutiblemente cierto y a lo que debía aferrarse era, según creyó, su amistad con Harry. Solo pensar en lo que habría de hacer para mantenerlo vivo la mantendría cuerda y funcional y ese era todo el impulso que necesitaba para seguir.

Él era la razón. Siempre lo había sido, desde el inicio y Hermione haría todo lo posible por mantenerlo a salvo.

Al mismo chico que ahora la sostenía entre sus brazos, con una torpeza que solo podía reflejar su poca práctica, intentando balancear sus cuerpos al compás de la canción elevándose en el pesado aire en el interior de la tienda, cuyos acordes se perdían entre la estática de la radio y el despiadado aire del exterior.

El mismo chico que, sin siquiera proponérselo, le demostraba lo que significaba querer a alguien de verdad. Desear su alegría y no su tristeza, sobreponiendo su bienestar antes que cualquier cosa.
En medio de todo, el amor debía ser algo hermoso y, siendo así, Hermione no comprendía cómo, en algún momento de su vida, pudo creer que un sentimiento tan completo y maravilloso como ese se encontrara en cuánto se podía dañar a otro, con discusiones sin sentido plagadas de crueles palabras.

La amistad y el amor debía ser más que solo dificultades. Finalmente, comprendía que prefería tranquilidad, confidencia y apoyo en vez de solo verse sumida en medio de situaciones que solo acabarían con el amor que se tenía a sí misma.

Harry Y Hermione (one shots) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora