Cap 1: Un mal día

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Como mi padre siempre decía "Mira sin miedo a la vida, no importa que tan grande sea el problema si no que tan grande sean tus ganas de luchar."

Él creía que la vida era fácil, lo difícil era vivirla, y que pocos sabían cómo hacerlo. Él decía no tenerle miedo a nada, por otro lado, yo le tenía miedo hasta a la araña que vivía en la esquina de mi habitación.

Escucho el sonoro ruido de una puerta azotándose provocando que de un brinco en mi cama. Mis vecinos no respetan que algunos en este lugar siguen durmiendo, me quedo acostada mirando al techo con mi corazón latiendo de forma anormal. Gracias a ese susto creo que me dará diabetes.

Miro el reloj y aún faltan diez minutos para que la alarma suene, entro al baño, en cuanto el agua toca mi piel pego de brinquitos ya que está muy fría, eso me recuerda que tengo que pagar para que me instalen el agua caliente, salgo de la ducha enrollada en una toalla, me visto con unos vaqueros y una blusa básica, me hago una coleta, me pongo un suéter, agarro mi mochila y salgo de mi departamento.

Cuando me dirigía a mi trabajo me encontré a Karla, mi mejor amiga, las dos trabajamos en el mismo restaurante.

—¿Supiste que Brao tiene un nuevo dueño? —pregunta Karla mientras camina a mi lado.

—No, ni siquiera sabía que estaba en venta —indiqué.

—Sí, dicen que es un millonario que se dedica a la compra de restaurantes que están a punto de la quiebra.

—No sabía que estábamos en quiebra.

—T/n Nena, tú nunca te enteras de nada. —dice dándome un pequeño empujón.

Llegamos al restaurante, el gerente ya estaba en su oficina, dejamos los suéter en nuestros casilleros, nos ponemos los delantales, agarro mi libreta donde anoto los pedidos, ella se dirige a la cocina y yo me apresuro a atender a los comensales que comienzan a llegar, me dirijo a una mesa donde está sentada una familia.

—Buenos días, sean bien venidos a Brao, la especialidad de hoy son huevos al gusto con papas fritas —informo.

—Nos traes dos platos de fruta, pero sin piña, unos huevos estrellados con tosino y unos estrellados pero con papas.

—Okay. —digo mientras tomo nota.

—Tambien quiero 4 malteadas, dos de plátano, una de chocolate y una de vainilla.

—Bien, ¿algo más?

—Sólo eso, gracias.

Me apresuré y en 30 minutos le lleve la orden hasta su mesa, comieron pagaron y se fueron, así me la pase todo el día, ya estaba cansada, le entregué su orden a un par de enamorados y me dirigí a la cocina.

—Me muero. —digo entrando a la cocina

—Yo también, siento que mis pies van a estallar. —dice Karla.

—Necesito un descanso.

—Eso no va a ser posible, acaba de llegar un cliente a la mesa 7, date prisa.

—Ya voy. —agarro mi libreta.

Me dirijo a la mesa en la cual una persona que jamás en mi vida había visto está sentada, creo que no suele venir todos los días, está muy bien vestido, no he convivido tanto con personas ricas pero puedo asegurar que es alguien importante.

—Hola buenos días, ¿Puedo tomar su orden? —Pregunté.

—Lo mismo de siempre. —su voz es firme y autoritaria sostiene un periódico es sus manos, sus ojos están clavados en el encabezado de política.

—Una disculpa, nunca me había tocado atenderlo y para ser sincera no lo conozco, así que no sé que es lo que acostumbra ordenar, ¿Podría ser tan amable de decirme?

Deja el periódico que estaba leyendo a un lado para mirarme de una manera fría e incómoda.

—Trabajas aquí ya deberías saberlo. —Dijó con un toque de enojo.

—Es que yo solo trabajo aquí los fines de semana, pero si me dice con mucho gusto le traigo su comida.

—Llama a tu jefe.

—Sólo dígame que es lo que quiere ordenar.

—Llama a tu jefe. —repitió

Me retiro del lugar y me dirijo a la oficina del gerente, abro la puerta al escuchar una voz diciendo que pase.

—Disculpe, un molesto cliente quiere hablar con usted —avisé con pesadez.

—¿Un cliente? Eso raro, casi nunca tenemos problemas con los comensales, ¿qué hiciste? —inquirió.

—¿Yo? Yo no hice nada, no quiso decirme que es lo que ordena siempre y no soy adivina para saberlo.

—Oh no, espero no sea lo que estoy pensando. —se levanta rápidamente y se dirige a la puerta.

Lo sigo un poco confundida, creo que hice algo malo, me quedo a una distancia respetuosa observando lo que sucede, veo que el gerente le ofrece disculpas y el comensal enojón solamente me observa mientras dice algo que no alcanzo a entender, veo unas señas del gerente que indican que me acerque, llego hasta la mesa un poco apenada ya que no sé que es lo que hice.

—¿Sí?

—Ofrecele una disculpa al señor Min.

—¿Una disculpa? —pregunté incrédula.

—Sí, lo que oíste.

—Es él quién tiene que disculparse conmigo, yo no hice nada. —Dije con el entrecejo fruncido.

—¿Como contratan personas así? Dan mala imagen al restaurante. —Dice el "Señor Min"

—Ese no es su problema, se puede ir a otro lugar si gusta.—el dichoso señor Min se levanta de su asiento y da unos pasos lentos hacía mi, tal vez lo hice enojar más.

—Estás despedida no te preocupes por volver mañana. —Dijo.

—Usted no es nadie para despedirme—lo veo confundida al ver su sonrisa burlona.

Se acomoda el saco, me mira fijamente aún con la sonrisa en la cara.

—Yo soy el dueño de este lugar, ¿me entiendes o quieres que te lo explique con manzanitas?

—¿Eso es verda? —le pregunto al gerente.

—Sí, lo siento T/n, pero estás despedida.

—Por favor necesito el trabajo.

—Pídeme una disculpa y podrás conservar tu trabajo.

—Eso no pasará, prefiero morir antes que pedirle una disculpa a alguien como tú.

—Entonces muere, pero fuera de aquí que arruinarás el suelo.

—Recoge tus cosas y pasa a mi oficina por tu liquidación. —Me dice el gerente

—Bien.

Me doy la vuelta y salgo de ahí.

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Quiero aclarar algo que casi todos cuestionaron, no sé si un susto dé diabetes, no sé si sea posible científicamente hablando, solo lo puse porque es una frase muy común para mí (lo decimos en mi país), lo puse como una expresión dando a entender que ella realmente se asustó mucho. Bueno sin más que decir me voy, tengan lindo día.

Don't Leave Me / YoongiWhere stories live. Discover now