{capítulo cuarenta y uno}

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{capítulo cuarenta y uno}

{Justin}

"Recuerdo que estaba lleno de sentimientos, y muy asustado por ellos. Asustado por todas las cosas que estaban en mi mente.

Estaba frenético, triste, confundido, enojado, perdido y sobre todo avergonzado como el infierno por lo que Fabrizzia estaba haciendo, pero supongo que yo me lo busqué. Seguía quejándome a pesar de que ella estaba hablando, y seguí llorando acerca de lo que mis hermanos me hicieron hacer y lo horrible que fue, porque no podía dejar de pensar en eso. Fabrizzia había intentado de todo para mantener mi mente lejos de eso, pero nada funcionaba, hasta que abrió el botón de mi pantalón, metió su mano y tocó de la manera más leve posible mi pene, entonces de alguna manera se me olvidó completamente lo que acababa de hacer hacía menos de una hora, lo mal que me sentía por ello y asentí con la cabeza rígidamente aunque no estaba seguro y aunque aun quería seguir llorando por las cosas que había echo.

-S-sólo relájate -aconsejó, queriendo lucir segura como siempre, aunque no supiera qué estaba haciendo, acomodándose mejor entre mis rodillas. Mirábamos con miedo a la puerta cerrada de mi habitación cada tres segundos desde que abrió el botón de mi pantalón; ella tenía la cara roja, casi tinta, y yo estaba pálido. Ella sólo tocó la cabeza de mi pene con las puntas de sus dedos sudados y yo ya estaba a punto de venirme.

-No. No estoy seguro de esto -murmuré con inseguridad y la voz temblando. Estaba avergonzado de lo mucho que me gustaba su toque superficial, estaba aterrado de venirme en su mano a los quince segundos de haber comenzado y estaba asustado de no saber qué hacer más adelante. Además de ver algunos vídeos, nunca había tenido alguna educación de qué hacer en ese momento.

Fabrizzia trató de sonreír como si tuviera todo controlado pero yo noté la vacilación en las puntas de su boca. Nunca nos habíamos siquiera besado con lengua y ahí estaba, con su mano dentro de mis pantalones, sólo por mi beneficio. Podía ser una perra presumida y cruel todo el maldito tiempo, pero a veces dejaba salir su lado tierno, por lo menos conmigo.

-L-los adultos hacen esto todo el tiempo, no es nada malo. Además leí un libro... sé cómo hacerlo... creo -tragó saliva, cerró los ojos un momento, cómo dándose ánimos para continuar, mientras yo trataba de pensar en otra cosa para bajar mi erección, porque tener una frente a alguien que además la estaba tocando era tan, tan vergonzoso, sin mencionar que sus dedos no se habían movido ni un centímetro y había una lucha dentro de mí con la parte que quería que sacara su maldita mano y la parte que quería que la llevara más lejos, que me acariciara cómo yo lo hacía cuando estaba solo, o incluso mejor, si eso era posible.

-¿Pero, y si te embarazas o algo? -pregunté ineptamente con la voz demasiado chillona, como una niña asustada. Quería, pero no quería.

-¡Deja de pensarlo tanto, joder! -gritó desesperada, volviendo a su estado natural de mandona perra antipática y apretó mi erección sin aviso alguno haciéndome saltar, enojarme y querer gritar de gusto al mismo tiempo- ¿por favor?

-Bien -acepté por fin y saqué su mano. Me saqué la ropa y luego me acomodé en la cama esperando que se desnudara también.

Su piel morena era completamente lisa, no tenía ninguna curva especial además de la cintura. Era delgada, así que sus pechos eran muy pequeños y sus pezones no eran más que pequeñas puntas apuntando hacia mí, sus piernas eran delgadas y aunque las apretó, fui capaz de ver su hendidura. Cuando lo recuerdo, no veo nada más que una niña de trece años desnuda ante mí sin ninguna clase de atractivo sexual, pero en ese entonces yo reaccioné poniéndome extremadamente duro, como si ella fuera una de las chicas de las revistas y vídeos de mis hermanos.

ρeω, ρeωDonde viven las historias. Descúbrelo ahora