Enamorar a Hermione Granger fue lo más difícil que a hecho, ella por supuesto se veía confundida e incluso desconfiada ante sus atenciones ahora casi asfixiantes al querer ser visto a sus ojos como algo más que "Harry mi mejor amigo" y como le costó demostrarle que de verdad estaba intentando esforzarse, ¡La escuchaba hablar sobre elfos por horas! Según Ron, debía casarse con él por eso, bueno, esa fue su segunda opinión, después de entender que se enamoró de Hermione mucho después que él, aunque a Harry le gustaba pensar que ese sentimiento siempre había estado ahí.

Y así transcurrió todo el año, y la graduación llegó, esa a la que Harry nunca pudo asistir como alumno oficial, sí, su presencia fue conmemorativa igual a la de Ron pero no sintió el mismo orgullo que ver a Hermione graduándose a su lado, con todo su esfuerzo recompensado.
Y ese día, entre charlas y risas Harry no había podido desaprovechar la idea de sacarle del montón de gente y tenerla para él solo como deseó desde que la vió vistiendo un vestido que parecía hecho a su medida, era simplemente preciosa. ¿Cómo no lo notó antes? ¿Como pudo estar tan al pendiente y en busca de alguien más cuando con ella lo tenía todo?
Que afortunado se sintió cuando en ese que ella llamaba "su arranque de valentía" la había besado bajo el cielo estrellado que solo Hogwarts podía ofrecer y ella, sorprendentemente había correspondido. Lo demás era historia, de eso ya hacía tres años muy bien aprovechados.

Harry dió un respingo en el sofá cuándo un estruendo azotó el silencio de la habitación, una caja había caído a su lado, repleta hasta el tope de listones rojos y brillantes esferas de colores.

—¿Te gustan?

Una mano recorrió su hombro mientras rodeaba el mueble y finalmente se sentaba sobre sus piernas, llenándolo de su perfume y haciendo que sintiera la misma emoción al tenerla cerca, mientras ella admiraba los objetos de la caja con emoción.
—¿Los compraste?

— Tuve qué, los que estaban en el desván eran horrorosos! Aunque colgaremos uno o dos por allá— comentó señalando un punto cerca de la chimenea— Kreacher casi se echa a llorar cuando le dije que tiraría los de la señora Black, así que le permití poner algunos ahí, aunque con el árbol seguramente se disimularan…

Mientras hablaba se dedicó a mirarla como últimamente hacia, lo mejor era cuando ella no se daba cuenta y hablaba y hablaba, apasionada con sus palabras; era simplemente preciosa. No como esas chicas a las que todos voltean a mirar, esas por las que Harry cayó tantas veces en sus tiempos en el colegio, esas que nada tenían que ver con él de verdad. Ella eclipsaba, era como tener a su sol propio que le hacía pensar que después de un mal día, llegar y encontrarla esperándolo con una taza de humeante café mejoraba hasta el peor de los días. Era cálida, entregada, obstinada, inteligente y apasionada, era tantas cosas que posiblemente jamás terminaría de nombrarlas.

— Mamá me regaló unas dos tiras de listones y algunos arreglos que eran de mi abuela ¿Te imaginas? Le dije que no hacía falta, porque naturalmente esos no nos los cedería si no estuviéramos casados, pero lo hizo. ¿Ves cuánto te quiere?

— Y yo a ella, adoro su pechuga asada, es…— se quedó callado ante la mirada indignada de Hermione, era lógico, sus dotes como cocinera aún estaban perfeccionándose y si a eso se le agregaba que la señora Granger insistía en que lo estaba matando de hambre era un tema que no debía tocar. 

—Le agredeceremos el detalle— concluyó al fin, comenzando a acariciar la espalda de Hermione mientras ella recorría la vista por la sala en busca de lugares que faltaban para ser decorados.

Si algo debía admitir era que Hermione estaba esforzándose de verdad, lo hacía desde el primer día. Cuando ambos acordaron vivir juntos Harry ya llevaba un buen tiempo viviendo en la mansión, tal cual Sirius la había dejado la última vez, tan siniestra y fría como hace años. Pero a Hermione sin embargo no solo le bastó poner su vida patas arriba sino que comenzó una reconstrucción total de la casa, y con los años, la mansión Black recobró un poco del encanto que seguramente apenas y alcanzó a poseer. En pocos meses la casa se convirtió en un verdadero hogar de esos en los que te sientes a salvó y feliz, de esos en los que los buenos recuerdos se acumulan y crecen.
Seguramente a Sirius le encantaría ver su casa de infancia, esa dónde posiblemente vagó varios años de su vida, insatisfecho con el aura fría y lúgubre que a su familia le encantaba y que ahora era cálida y confortable.
«Sirius estaría feliz por mí» pensó.
Después de todo lo felicitaría por conseguir a la chica adecuada, por haber sobrevivido y por vivir de verdad.
A Harry le gusta pensar que sus padres, Remus y Sirius, todos ellos estarían felices por sus decisiones.
Posiblemente una de la mejor de ellas era pedirle vivir juntos, se sentía tan cómodo y natural desde el principio que aún ahora no se imagina llegar a casa sin encontrar la chimenea encendida o a ella leyendo en la cama esperándolo hasta tarde.

Harry Y Hermione (one shots) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora