Tenebris

12.6K 307 184
                                    


          De nuevo había sangre en sus pequeñas y delgadas manos, por alguna razón no tenía miedo, sino que lo disfrutaba, le gustaba como el color rojo combinaba con su pálida piel y sonrió, con mucho pesar metió las manos en el río y vio como po...

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

          De nuevo había sangre en sus pequeñas y delgadas manos, por alguna razón no tenía miedo, sino que lo disfrutaba, le gustaba como el color rojo combinaba con su pálida piel y sonrió, con mucho pesar metió las manos en el río y vio como poco a poco el agua que rodeaba sus manos se teñía de rojo y al poco tiempo este rojo desapareció.

Se levantó extrañamente satisfecha miró los restos de lo que fue una ardilla, quería guardar algo que le recordara los horribles chillidos del pequeño animal, pero sabía que era demasiado arriesgado, su madre o padre podían descubrirlo y no les haría mucha gracia.

Sacudió su vestido negro para alejar la suciedad y se molestó al ver que había una pequeña mancha de sangre aunque esta era casi imposible de ver igual estaba ahí, arruinando su pulcro vestido negro.

Caminó con pasos decididos a la mansión de su familia, sus ojos verdes centellaban en picardía.

Pasó por el jardín dando brincos inocentes, como cualquier niña de su edad, la diferencia, no había nada de inocencia en Ania Shafiq, por más que lo aparentara, sus ojos verdes te transmitían inquietud, como si con ellos pudiera hacerte el mismo daño que ella le hacía a los animales pequeños.

Anaideia Shafiq, apareció en la entrada de la casa con una expresión seria, la niña de once años detuvo su andar y caminó hacia su madre con simpleza, y con miles de pensamientos nada agradables sobre la mujer que estaba plantada en aquella elegante puerta.

—¿Dónde has estado Ania? —preguntó la mujer, ambas tenían los mismos ojos verdes carentes de emoción, el único contraste era que los ojos de Ania parecían ser mucho más peligrosos y ocultaban tras ellos muchos más pensamientos de los que pudieras creer.

—Fui a dar un paseo madre —contestó Ania con tranquilidad y una sonrisa que trataba de ser tierna que terminaba siendo más tétrica que tierna —. ¿No confías en mí, madre?

—No, sé perfectamente que has ido al bosque a hacer no sé qué cosa de nuevo, deja de torturar animales, levantarás sospechas —Ania reprimió una sonrisa y entró a la gran casa.

Era cierto que no era la primera vez que salía a matar animales, y en más de una ocasión fue atrapada. Lo hacía porque le gustaba ver como poco a poco los ojos de los pequeños animales perdían vida como brillaban y se retorcían, para ella era tan placentero.

—Te dijimos que lo dejaras —decía Anaideia siguiendo a su hija, Ania rodó los ojos y subió las grandes escaleras de su casa para llegar a su habitación. Cerró la puerta y caminó a su cama, del bolsillo de su vestido sacó la navaja que le había robado a su padre cuando apenas tenía cinco años, la escondió en una tabla suelta que había debajo de su cama.

Se quitó el vestido con delicadeza y buscó algo en su armario y se vistió rápidamente.

—¡Eris! —llamó la pequeña. Frente a ella apareció una pequeña elfina con ojos vidriosos, Ania le lanzó el vestido que recién se había quitado —. Lávalo cuanto antes, está manchado de sangre, que mi madre no lo vea.

La elfina se estremeció y Ania sonrió con dulzura.

—¿Pasa algo, Eris? —Eris negó y se desapareció junto con el vestido negro.

Le gustaba causarle miedo a su elfina doméstica, era fantástico causar miedo, ser temida, para Ania shafiq aquellos eran unos sentimientos hermosos, se sentía con poder cuando los causaba, por más retorcido que sonara, pero qué importaba, ella era retorcida y eso le gustaba.

Tenebris [ Harry J. Potter ]Where stories live. Discover now