Peligro

29 4 2
                                    

Papeles por doquier. La habitación estaba atiborrada de hojas esparcidas por todo el piso y recortes de periódicos con noticias de asesinatos se adherían burdamente sobre la pared.

Sobre el sofá de la sala, John se encontraba dormido. Los últimos dos días los había pasado junto a Sherlock buscando pistas en los reportes de noticias de los diarios locales, y cuidar que su amigo no estuviera solo sin supervisión alguna había sido la excusa perfecta para huir de sus responsabilidades parentales. Una siesta de más de cuatro horas continuas se habían convertido en algo sagrado para él, pero pronto su tranquilidad se vería tristemente profanada.

—¿Qué crees que haces? —gruñó al maniático que se había parado encima del sofá, pandeando el mueble e irrumpiendo su reposo.

Sherlock lo ignoró completamente (algo habitual cuando se concentraba en un caso) mientras comparaba recortes de periódico con los reportes forenses pegados en la pared.

Después de una mirada reprobatoria jamás percibida (o mejor dicho, esquivada y desechada), John se removió intentando volver a conciliar el sueño. Fue inútil. Debido a que su viejo cuarto estaba en reparación por la humedad y el moho que se había apoderado de las paredes, en un principio había tratado dormir en la habitación de Holmes, pero esta estaba tan desordenada y sucia que el temor de hallar alguna alimaña lo llevó a su lecho actual.

Harto, se levantó y se dirigió a la cocina (la cual lucía más limpia desde su última visita), prendió una de las hornillas y calentó agua para preparar té.

—¿Has encontrado algo? —preguntó todavía adormilado.

—Ahm... nop —contestó Sherlock desde la sala.

El detective sabía que los artículos apenas arrojarían pistas sobre los casos por el poco interés mostrado en los asesinatos, claramente no sabían que se trataba de un mismo autor. Se enfocó en las anotaciones de la detective y los documentos que le había proporcionado poco antes de irse (a pesar de haber realizado él mismo la investigación con anterioridad con los reportes de las escenas que ilegalmente obtuvo de la base de datos de la policía de Scotland Yard)... pero su mente había tomado la iniciativa de bifurcarse desde hace rato. No había podido resistir la curiosidad de indagar en el archivo personal de la detective Stone, aprovechando la noche previa para hackear el sistema mientras John dormía como piedra en el sofá.

Completa normalidad y orden prevalecían en el archivo de la detective. Aburrido, ¡exasperante! Policía promedio con nulo destaque, sin problemas con sus superiores o alguna nota de mala conducta, menos de desobediencia. El hecho de su cambio de unidad le hacía algo de ruido, pero no lo suficiente como para despertar su ahora muerta curiosidad.

—¿Quieres té? —cortó John con su ofrecimiento. Se había quedado tan sumido en sus pensamientos que no lo había oído entrar.

Sherlock bajó del sofá y tomó la taza para darle un pequeño sorbo. Una mueca de dolor pasó rápidamente por su rostro, pues el té estaba demasiado caliente y había punzado su lengua. El dolor le fue útil para despabilarse después de dormir apenas las horas necesarias.

—¿Qué? —espetó hacia John, quien tenía aquella mirada que solía poner cuando juzgaba las acciones de su amigo.

—Este lugar es un vertedero —dijo señalando con ambas manos—. La cocina es apenas un lugar decente para comer... y qué decir de tu habitación —meneó la cabeza en señal de desaprobación.

Sherlock rodó los ojos. La señora Hudson se había quejado de lo mismo la semana pasada pero no era algo que estuviera en su lista de prioridades.

—Limpiaré, ¿de acuerdo? —enunció alzando ambas cejas.

John sabía que esa era una promesa que difícilmente se cumpliria.

El misterio de TaurusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora