Piezas

41 4 1
                                    

No soportó mirar más el rostro descolorido y turbado de la fotografía y procedió a colocarla lo más lejos posible de su persona. Tomó su ya de por sí consumido cigarrillo y aspiró más fuerte.

—Es... —tosió levemente para desanudar su garganta— está ¿muerta? —preguntó mientras se recomponía apresuradamente de la impresión.

—¿Cuándo fue la última vez que la vio? —preguntó Stone al mismo tiempo que sacaba una pequeña libreta negra para tomar apuntes.

La mujer se aclaró nuevamente la garganta y se reacomodó en su silla. Sherlock fue capaz de notar que se estaba poniendo inquieta incluso antes de contestar las preguntas de la detective.

—Milenka... se fue hace tres años, dijo algo sobre buscar una oportunidad como actriz —movió la mano haciendo círculos invisibles en el aire para hacer énfasis en su mala memoria.

—¿Usted la dejó ir así sin más? —cuestionó Sherlock mientras levantaba una ceja y caminaba alrededor de la oficina.

—Su contrato había terminado, no tenía motivos para quedarse —respondió secamente.

—¿Sabe si tenía problemas? —Stone miró fijamente a la mujer.

—Como dije... se fue hace tanto tiempo...

—¿Dejó alguna dirección?, ¿quizás algún familiar o amigo cercano? —la detective agitó la mano con la que sostenía la pluma.

Un leve golpeteo a la puerta de la oficina interrumpió la conversación.

—Adelante —dijo la mujer exasperadamente.

La puerta se abrió y una joven que aparentaba ser de veintitantos entró.

—Buenos días —dijo en un marcado acento que Sherlock dedujo era ruso.

La muchacha caminó hasta el escritorio y entregó un teléfono a la mujer. Pareció reaccionar cuando miró de reojo la fotografía que estaba sobre el escritorio, y aunque lo hizo de manera disimulada, Sherlock y la detective se percataron del cambio.

Holmes la siguió con la mirada hasta que esta salió de nuevo por la puerta. Mientras, Watson miraba confundido a su amigo: no era usual que este prestara atención al sexo opuesto, aunque sin duda él también pensaba que la chica era hermosa... abortó el pensamiento cuando un pequeño golpe mental le hizo recordar que era hombre casado.

—Sí, muy bien —la mujer hablaba por el teléfono mientras su mirada iba de la detective a los dos hombres—. Perfecto, muchas gracias —finalizó la llamada.

—Creo que hemos terminado. Si tiene más preguntas, podrán hacerlas a nuestro abogado —y presentó una gran sonrisa que resaltaba el color escarlata de su labial—. Permítanme mostrarles la salida —dijo levantándose de su asiento.

—Ahmm... necesito usar su baño —Holmes sonrió apenado al decir en voz alta su solicitud.

Stone y Watson alzaron las cejas al mismo tiempo, sabían que Sherlock tramaba algo.

La mujer sostuvo su sonrisa rígida. Su reacción tiesa decía que maldecía para sus adentros y no quería a la policía husmeando por ahí, pero igualmente sabía que cooperar levantaría menos sospecha y evitaría problemas a futuro.

Los guió nuevamente hacia el pasillo por el que habían entrado.

—Puede ir por aquí, casi llegando al final hay baños para los invitados y... —la mujer se giró hacia sus invitados para encontrar sólo a Stone y a Watson. No había señales del hombre de cabello rizado— ¿Dónde está? —espetó alarmada.

El misterio de TaurusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora