Intriga

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El buzón de voz de la detective saltó por cuarta ocasión y John se impacientó aún más.

—¿Puede ir más rápido? —insistió al conductor, quien lo miró por el retrovisor de mala gana.

La llamada de la detective lo había alertado y no había hecho más que aumentar sus sospechas de que algo podría haberle ocurrido a alguno de los dos, sino es que a ambos. Aprisa pidió al hombre que estacionara cerca, sacó un par de billetes y se los entregó sin esperar el cambio.

Mientras, en Scotland Yard, el detective inspector Lestrade disfrutaba de otra inusual y tranquila mañana en su oficina. Se estaba deleitando con un chocolate caliente y una rica dona que había comprado camino al trabajo cuando la calma se vio interrumpida por la estrepitosa llegada de un Watson que discutía con una enojada Sally. No tardaron en guardar silencio ante las miradas asesinas que lanzó el Inspector mientras se limpiaba el chocolate derramado sobre su traje.

—Bien —dijo en su intento de controlar su creciente mal humor—. ¿Puede alguien explicarme qué carajos está pasando?

—El doctor Watson ha llegado armando un gran alboroto sobre algo acerca del "fenómeno" —respondió irritada la sargento.

—No he sabido absolutamente nada sobre él —objetó John lanzando una mirada que distaba de amigable hacia la sargento Sally.

Lestrade le miró ceñudo.

—¡Oh, vamos!, es Holmes, debe andar por ahí. Si encuentra una pista nos lo restregará en la cara —dijo condescendientemente mientras le daba un gran mordisco a su dona.

—¿Y qué hay de la detective Stone? —mencionó el doctor al cruzarse de brazos.

El inspector dejó de masticar para pensar unos segundos.

—Debe andar por ahí siguiendo los pasos a Sherlock —continuó masticando.

—Stone me llamó y para cuando llegué, se había ya marchado, pero desde entonces ninguno de los teléfonos parece tener señal. Si Sherlock encontró alguna pista y no ha corrido hasta acá para mofarse... entonces, creo firmemente que algo ocurrió... Podrían estar en problemas —explicó Watson sin ocultar su evidente preocupación.

Lestrade se quedó pensativo por algunos instantes. Si algo caracterizaba a Sherlock, era precisamente su pedantería: cuanto más podía demostrar el error, mayor era su satisfacción. Aunado a lo anterior, había restado importancia a la última llamada de la detective y desde entonces no se volvió a comunicar.

—¡Maldición! —exclamó el Inspector mientras devoraba enfurruñado de un gran bocado su dona. —¡Sall... Sargento!, convoque a todo el personal disponible e incluya a la unidad canina de búsqueda.

El cano terminó de limpiarse con una servilleta los restos de comida para encontrarse la mirada incrédula de la sargento.

—¿Y bien?, ¿qué espera? —reclamó exasperado ante la falta de acción.

—¿Estás hablando en serio? —dijo Sally con los brazos cruzados.

El inspector parpadeó.

—Por supuesto —afirmó el hombre colocando ambos brazos en la cintura—, Sherlock es parte de nuestro equipo.

—¿Equipo?, ¡¿de ese fenómeno?! —protestó sorprendida.— Debes estar perdiendo la cabeza, Lestrade. ¿Has olvidado todos los problemas en los que nos ha metido?, su falta de respeto a nuestro trabajo tratándonos de idiotas —Sally no creía que Holmes mereciera tanto crédito.

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⏰ Last updated: Jul 16, 2023 ⏰

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El misterio de TaurusWhere stories live. Discover now