Puntos de presión

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Ya en Londres, luego de casi una hora de camino, aparcaron en la acera frente al edificio de departamentos donde residía la detective.

Stone terminaba de escribir un mensaje de texto y una vez lo envió miró a su novio que la observaba con curiosidad.

—¿Por qué no pasamos la noche en mi casa? —sugirió Evans mientras apagaba el motor del auto.

—Tengo que actualizar el caso y hacer el reporte de hoy —respondió guardando el celular en el bolsillo interno de su chamarra— y tengo un turno a media noche —finalizó sin mucho ánimo.

—¿Sigues haciendo trabajo extra en tu tiempo libre? —dijo moviendo la cabeza ante la sorpresa—. Podrías mudarte conmigo, no tendrías que tomar más turnos extras... —a lo que Stone le dedicó un gesto melancólico— pero esa sonrisa significa un "no", ¿cierto?

—Llevo poco tiempo aquí, estoy intentando habituarme... de algún modo estoy empezando de nuevo —comentó sosteniéndole la mirada a Evans.

—A veces desearía que todo fuera como antes... hacíamos un equipo increíble —dijo con un leve suspiro—. No tenías que cambiarte de unidad, las cosas podrían haber resultado de otra forma.

Alexis bajó la mirada.

—Tú y yo sabemos que las cosas no pueden ser como antes...

—Ocho años juntos y sigues tomando decisiones sin siquiera tenerme en consideración —le reprochó y dejó caer la cabeza en el respaldo del asiento.

Stone se giró para mirarlo.

—¿Qué dices?, esto no tiene que ver con nosotros, no podía quedarme ahí... recibiendo todas esas miradas hostiles —contestó antes de caer en cuenta de sus palabras.

—Al diablo con ellos —soltó al tiempo que golpeaba el volante.

—Es fácil decirlo cuando no escuchas constantemente a la gente hablando a tus espaldas mientras te señalan. —Stone suspiró y relajó los hombros—. Aceptémoslo, Evans, no importa si hiciste lo correcto... a nadie le agradan los soplones.

Evans se giró para mirarla de frente.

—Lo siento —se disculpó en un susurro y entrelazó sus dedos con los de ella—. Por cierto, tu nuevo compañero es bastante...

—Lo sé, peculiar —intervino Stone en tono quejumbroso.

—Un cretino bastante peculiar —corrigió Evans y rió.

Stone lo miró de soslayo y movió la cabeza en señal de desaprobación.

—Tengo que admitir que la mayor parte del tiempo sólo quiero ahorcarlo con esa bufanda que siempre lleva pero... creo que está luchando por salir a la superficie del hoyo en el que está —dijo intentando comprender el porqué de su actitud.

—Ya, sientes lástima por el tipo —dijo Evans en mofa.

La detective lo miró silenciosamente. Stone sabía que no sentía lástima por Holmes pero (fuera del enojo constante) no estaba segura de qué era lo que le producía. Decidió zanjar el asunto dándole un largo e intenso beso a su novio. Con un caso abierto y activo, no estaba segura cuánto tiempo pasaría para tener tiempo de calidad en pareja; probablemente pasaría más tiempo en la oficina lidiando con pruebas y... con Holmes.

Bajó del carro y lo despidió con un movimiento de la mano mientras el automóvil se alejaba. Tan pronto desapareció de su vista, se giró para subir las escaleras de la entrada de su edificio, sitio que parecía mantenerse en buenas condiciones a pesar de su antigüedad. Sacó las llaves para abrir la puerta principal y, una vez dentro, sintió considerablemente el cambio de temperatura. La disminución del frío era para relajarse pero su rostro mostró desgano al ver la escaleras que faltaban subir hasta su departamento. A pesar de las incesantes llamadas a su casero, el elevador seguía sin ser reparado. Mala suerte.

El misterio de TaurusWhere stories live. Discover now