Tregua

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La puerta se abrió de golpe, producto de una patada; John volteó bruscamente y, al ver a la mujer responsable del estruendo parada en el marco de la entrada, quedó estupefacto: la fémina exhibía una respiración agitada y ruidosa, apretaba fuertemente sus manos en forma de puño a sus costados y su ojos buscaban por toda la habitación hasta quedar fijos. No había duda que Sherlock era la causa de esta tempestad andante.

—Lo preguntaré sólo una vez, Sr. Holmes: ¿dónde-están-"mis"-casos? —dijo marcadamente mientras apuntaba con el dedo índice al detective que sostenía una de las carpetas.

—No son "sus" casos, pertenecen a Scotland Yard —dijo elevando ambas cejas y poniendo sus manos detrás de su espalda. Claramente, era más importante tener la razón que no arrugar los documentos.

—Robó esos archivos de mi escritorio, y, por ende, a Scotland Yard —dijo al borde de su contención.

Stone desvió la mirada y abrió la boca asombrada cuando se percató de las fotos pegadas en la pared, las cuales no había notado hasta ese preciso momento.

—¡Esos son mis casos! —exclamó en lo que señalaba con su mano derecha— ¿Dónde está el resto? —exigió y alzó una ceja hacia Sherlock, quien levantó ligeramente la barbilla, adoptando una postura desafiante.

La detective inhaló fuertemente antes de hablar.

—Tiene una hora para entregar todos los archivos o...

—¿O qué? —dijo Holmes con una media sonrisa y un tono algo retador.

La detective se llevó ambas manos a la cintura mientras intentaba controlar su naciente instinto por golpear la cara del hombre petulante que tenía enfrente. Sabía que hacer aquello sólo le traería más problemas y era consciente de lo poco que valía la pena... Después del enorme esfuerzo que había hecho para lograr llegar hasta donde estaba, no quería darle motivos al Detective Inspector Lestrade para que la despachara detrás de un escritorio, pero tampoco podía permitir que Holmes la amedrentara.

—Entonces voltearé de cabeza este lugar igual que la unidad de narcóticos —esta vez era ella el orígen del desafío.

Sherlock se envaró casi de inmediato.

La detective notó el repentino cambio en el rostro de Holmes pero, al no comprender la razón, siguió hablando.

—Quizás deba empezar por esta habitación —señaló con un movimiento de cabeza hacia la puerta de su derecha, ignorando que se trataba del cuarto del detective.

—¡NO! —gritó Sherlock y se abalanzó sobre la detective.

Todo ocurrió tan rápido, que no le dio tiempo de reaccionar a Stone ni a Watson (quien hasta ese momento había permanecido como testigo silencioso) y el impacto provocó que ambos cayeran al piso. Holmes tenía sujeta a la detective por las piernas mientras esta intentaba liberarse de su agarre.

John se llevó las manos a la cabeza.

—¡¿Es que acaso has perdido la razón?! —reprochó el tercero en voz alta mientras intentaba separarlos sin mucho éxito, jalando a Holmes de su chaqueta.

—¡Maldición!, ¿es acaso un psicópata? —Stone intentaba alejarlo empujando con las manos los hombros de Sherlock.

—Soy un sociópata... altamente... funcional —alegó apretando los dientes mientras continuaba forcejeando con la detective, quien al lograr finalmente liberar su pierna izquierda, golpeó fuerte y accidentalmente con la rodilla la nariz de Sherlock.

~*~

Para quitar el exceso de agua, John exprimió el trapo húmedo en el fregadero de la cocina; abrió el refrigerador y sacó más hielo del congelador, los envolvió y caminó hasta la sala de estar.

El misterio de TaurusWhere stories live. Discover now