Paciencia

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Lestrade masajeaba su sien en un intento por mantener a raya la jaqueca que lo atormentaba desde tempranas horas tras recibir una llamada bastante peculiar, la cual daba origen de lo que él consideraba una piedra en el zapato.

Desde el marco de la puerta de la oficina del inspector, Sally vacilaba entre ayudar o no. Aunque no era su problema (sino de su jefe), aquello terminaba afectando a todo Scotland Yard.

Sally decidió intervenir y se aclaró la garganta. Lestrade miró a la sargento.

—He visto salir a Harrison bastante agitado, no debería sorprenderme, ¿cierto?

—Es el tercero, ¡el tercero! —dijo Lestrade alzando ambas manos.

—¿Qué ocurrió con la agente Stacy?

—La hizo llorar el primer día.

—¿Y el chico antes de Harrison?

—Cito sus palabras: "Si tuviera la oportunidad, no dudaría ni un segundo en ahogarlo en el Támesis". Y Harrison dijo que le volaría los sesos la próxima vez que lo encuentre.

Lestrade se recargó en su silla y miró con total desesperanza las dos últimas carpetas que había sobre su escritorio.

—¿Y la pulsera del tobillo? —Preguntó la sargento Sally cruzando los brazos.

Lestrade suspiró, abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó un dispositivo.

—Se lo puso a Watson —dijo señalando a la pulsera, cuyas alteraciones eran evidentes.

La sargento movió la cabeza en señal de desaprobación.

Lestrade tomó las dos últimas carpetas. En la solapa de la primera se podía ver escrito en letras negras "Detective Stone". Decidió abrirla y leer el historial completo. Al igual que los agentes anteriores no parecía tener nada sobresaliente: había participado en varios casos (como muchos otros policías) y había sido ascendido recientemente a detective.

Luego de haberlo meditado por unos minutos, pensó que no perdía nada con intentarlo una cuarta vez; después de todo, en el fondo sabía que la ayuda de Holmes era vital para su unidad. Desafortunadamente, sus superiores pensaban todo lo contrario, sobre todo después del alboroto creado tras las noticias del hombre cuya cabeza había sido volada sin razón aparente por el detective consultor.

Tomó el teléfono y tecleó el número que contenía el archivo.

—Buenos días, habla el Detective Inspector Greg Lestrade —dijo mientras sostenía en su mano derecha el archivo de Stone.

—¿Lestrade de Scotland Yard? —preguntó la voz del otro lado de la línea.

—Sí, ¿puedo hablar con su superior?

—Espere un momento.

Lestrade sostuvo la respiración para no hacer evidente su inquietud.

—Inspector Carson —contestó una voz ronca y profunda.

—Soy Greg Lestrade de Scotland Yard.

—Eso ya me lo ha dicho la secretaria, ¿en qué puedo ayudarle?

—Bien, me he topado con el archivo de uno de sus detectives, quien recientemente ha sido transferido a mi unidad, y me interesaría asignarlo a una tarea bastante especial y...

—Oh, ya veo, quiere referencias —interrumpió la voz—. ¿Cuál de mis muchachos ha captado su atención?

—Stone.

El inspector Carson se quedó en silencio por unos minutos hasta que finalmente respondió.

—Bueno, ¿qué puedo decirle que no esté en el archivo?, siempre ha sido un buen elemento. Tengo curiosidad, ¿exactamente de qué tipo de tarea está hablando? —Carson parecía intrigado.

El misterio de TaurusWhere stories live. Discover now