Quintillizos

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Aquel día Jon regresó a su casa más temprano que de costumbre, y lo primero que vió tras abrir la puerta fué a sus padres recostados muy cerquita del otro sobre el sofá en compañía del televisor encendido.

—¿Por qué tan temprano, cariño? —dijo Lois saltando estrepitosamente de su lugar tras oír el golpe de la puerta.

Jon apenas si fué capaz de levantar el rostro al hablar.

—Acabó temprano —fué lo primero que vino a su mente a responder, y sin decir más continuó sin detenerse el camión a su habitación.

Clark y Lois se miraron mutuamente con cierta preocupación.

—Será mejor que vaya a hablar con él.

Lois asintió con la mirada, y Clark subió con discreción hasta la habitación de su hijo.

—Toc Toc, ¿puedo pasar? —el hombre golpeó levemente la puerta entre abierta.

Jon, quien había llegado a tumbarse sobre tu cama escondió la cara en la almohada.

—Quiero dormir —contestó el chico.

Clark se sentó en la orilla de la cama y comenzó a masajear su espalda.

—Cuéntame qué pasó con Damian hoy.

—Quiero dormir, papá —insistió.

—¿Quieres que hable con Bruce para solucionar esto de una vez?

—¡No! —exclamó ferozmente levantándose de la cama de golpe —no por favor —suplicó.

—¿Pero qué es lo que pasa, Jon?

En ese momento el tierno rostro del pequeño comenzó a hacer pucheros que no tardaron en colorear de rojo su cara.

—Hice algo terrible.

Clark reconfortó al menor acercándolo hacia sí mismo para estrecharlo con ternura.

—Tienes que decirme, Jon.

—Tomé sin permiso el cristal que guardabas junto a los objetos peligrosos —gimoteó —y lo usé contra Damian.

Clark lo soltó repentinamente y con una mirada reprochó al menor.

—Tú lo tomaste... Y lo peor de todo, lo usaste.

—Lo siento tanto.

—Haz jugado con algo que estaba fuera de tu entendimiento y que pudo ser letal.

—Damian se partió en cinco partes —dijo.

—¿Dónde está el cristal? —reclamó el mayor cruzándose de brazos con firmeza.

—Bruce lo tiene.

—¿Aún está entero?

Jon guardó silencio.

—Que si aún permanece intacto el cristal —insistió sin quitar la mirada de su hijo.

Jon tan solo miró al piso.

—¿¡Qué pasó con el cristal, Jonathan!?

—Se rompió.

El hombre llevó una mano a su entrecejo, fué como si el mundo se le hubiese venido encima en tan solo unos instantes.

—Dime que debo hacer, papá —suplicó el menor.

—¡Deberías dejar de ser tan impulsivo! —gritó, alertando a Lois en ese instante quien subió a toda prisa los peldaños para ver lo que ocurría —¡Deberías pensar dos veces antes de hacer una estupidez cómo esta!

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó Lois tras entrar al cuarto. -¿Por qué lo regañas, Clark?

Y tan pronto como acabó de pronunciarlo fué hacia su hijo para abrazarlo y protegerle de aquel regaño.

...

Mientras tanto en la Mansión Wayne la cosas comenzaban a tornarse extrañas. Alfred quién hacía algunas llamadas en la planta baja pronto vió al heredero de la fortuna Wayne pasearse por los pasillos muy pensativo, mucho más de lo normal. El mayordomo dejó por un instante el auricular y con la mano tapó el transmisor de éste.

-Joven Wayne, ¿está todo bien? 

-Nunca estamos bien, el bienestar es una simulación que se limita a encajar con los estándares de valores aceptados moralmente por nuestra sociedad.

Y tras aquel discurso el menor siguió su rumbo entre los pasillos con la mirada en lo bajo. El mayordomo siguió en lo suyo, terminó sus llamadas y continuó en la cocina a sacudir el polvo de las superficies, pronto se encontró nuevamente a Damian quien acuclillado apenas podía verse, escondido tras las puertas de la alacena.

-Joven Wayne -nuevamente el mayor se detuvo a cuestionarle sobre su extraño comportamiento -¿no se suponía que se lamentaba entre los pasillos?

A Damian no le importó en lo absoluto, ante esto Alfred asomó la cabeza a ver que era lo que hacía, el chico etiquetaba y acomodaba cada uno de los condimentos en orden alfabético.

-¿Planea pasar mucho tiempo aquí, joven Wayne? -continuó el mayor cruzándose de brazos tras él.

-Silencio, Pennyworth. No puedo creer que tengas semejante desorden y puedas dormir en paz sabiéndolo.

 -Disculpe -el inglés llevó una mano hacia sí ofendido -si no le gusta mi orden pudiera hacerlo usted mismo.

-Pues qué crees que hago, Pennyworth.

-No espere esta noche galletas recién hechas esta noche, joven Damian.

-Pennyworth, puedo hacerlas yo mismo, incluso mejores.

El hombre salió de la cocina sin limpiar como se lo había propuesto y se dirigió a la cueva, lejos del insoportable hijo del murciélago. Bruce se encontraba ahí, y rápidamente se percató de la nueva presencia.

-Alfred, ¿sucede algo?

-Nada, amo Bruce -tras unos segundos el inglés completó -Prozac... su hijo necesita una alta dosis de Prozac.

Bruce tan solo soltó un largo suspiro.

-El Prozac lo voy a necesitar yo si no se resuelve esto pronto. 

-¿Resolver qué? ¿Que ahora su el joven Damian tiene personalidad múltiple?

Pero en ese instante salió de debajo del bati-movil un tercer Damian.

-¿Qué yo tengo qué? -el chico giró con una inocente cara confundida hacia su padre -¿Papá, qué es eso?

Bruce volteó hacia Alfred con una mirada de cejas juntas.

-Que tengo quintillizos.

Los cristales de la personalidad de DamianWhere stories live. Discover now