♪ Five

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-¿Brad?-Le llamé por su apodo tras descolgar el teléfono.

-Hola.- Respondió sereno a través de la línea.

-¿Cómo estás?

-Bien, bien supongo.

Tras aquella breve contestación, dejó escapar un suspiro.

-Me alegro...-Murmuré en voz baja, encogiéndome de hombros por inercia, sin a penas ser del todo consciente de ello.

-Quizás te eche de menos.-Reconoció de forma veloz, cortante, pero por más que su voz se repercutiese firme sobre el micro de su dispositivo, consideraba aquellas palabras una débil corriente de falacias hirientes.

-Brad...

-Sí, sé que fuí un idiota aquella noche que prometí llevarte a casa tras tu fiesta de despedida y...

-Basta, Brad, cállate.- Le ordené.

-Solo quería recordarte que te quiero.- Pronunció aquella confesión bajo un tono de voz quebrantado.

-Te dije que necesitaba un descanso, y así continúa siendo. -Le frené, alzando la voz de manera espontánea a la vez que mis dientes comenzaron a atrapar mi labio inferior.

-Darcy...

Cerré los ojos, la tensión comenzaba a brotar por todo mi cuerpo, subiendo desde mis pies hasta mis manos, cuales se habían cerrado en un puño.

-Darcy, solo dime

-Brad, no tengo nada que decir.

-¿Crees que, todo volverá a ser como antes?

Abandoné la conversación durante instantes, sustituyendo el silencio por mi presencia mientras que mis pulmones tomaban aire de forma entrecortada, pausada, nerviosa, como si respirar fuese una complicada misión.

-Yo...-Intervine de nuevo, realizando el amago de hallar una respuesta.

-¿S-sí...?

-Lo dudo Brad, lo dudo.

-Dar...

Pero procedí a colgar el teléfono antes de continuar conversando con él sobre aquel infortuno incidente que tuvo lugar días atrás, pues sabía que no lograríamos llegar a ningún lado con esto.

"Mon amour", aquel nombre volvió a resaltar sobre mi pantalla una vez que corté la llamada y contemplé su número archivado en mi lista de contactos.

Ay... me invade la melancolía cada vez que leo aquello y rebobino al momento en el que mis dedos teclearon ese apodo con el que denominé a ese estudiante de filología francesa a quien tanto amaba, pero por desgraciada, aquellas palabras ya no parecían cobrar sentido, es más, para ser honestos hasta me resultaban ya abominables. El sonido del teléfono me aferra a la condena, una severa condena que consiste en reproducir aquel tétrico recuerdo dónde, durante una cálida noche de verano días antes de que marchase, durante mi fiesta de despedida, divisé como sus labios comenzaron a unirse con los de otra mujer poco antes de que sus pies perdiesen el equilibrio y su cuerpo quedase desplomado en el suelo, víctima de la alta dosis de alcohol ingerida.

No cabe duda que aquella resultó ser para mí una complicada despedida, una tremenda injuria hacia mi persona. Tanto era el daño me causó que realmente comencé a dudar si él y yo continuábamos siendo algo... algo más que un desastre.

Sabía que debía de centrarme en el designio de dejar el pasado atrás, pero al mismo tiempo, era el recuerdo de este el que continuaba acechándome.

Salí del ascensor, mi mirada continuaba vagando por la alfombra que cubría el pasillo mientras que mis pies iniciaban rumbo de vuelta a la habitación que me habían asignado tiempo atrás.

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