CAPÍTULO 22: Bienvenido al otro lado.

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Hicieron falta cuatro brazos para lograr mover unos milímetros al chico de su asiento

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Hicieron falta cuatro brazos para lograr mover unos milímetros al chico de su asiento. Quien con un esfuerzo un tanto inservible hacia lo posible para prevalecer dentro del vehículo, aunque en el fondo sabia que de muy poco le serviría el hecho de resistirse, pero el temor que florecía en su interior, la incertidumbre y la confusión le obligaban a aferrarse a esa puerta. Su cuerpo parecía no tolerar que le dejaran llevar tan fácilmente, algo le decía que aquello no pintaba bien para el y que debía hacer algo para salir de ese lugar rápidamente. Los dos hombres lograron deshacer esa cadena de voluntad y de miedos que el chico sacaba a relucir en una muestra de resistencia. Pero que poco después fue deshecha por su tío y el conductor, quienes le sacaron con fuerza para luego levantar-lo del suelo. El muchacho no tardo en pegar un grito que obligo a los dos hombres a detenerse y a observarle, pero sujetándole con fuerza para detener esos movimientos alocados.

-Deja de chillar –Le advirtió su tío – ¿Crees que gritando vas a lograr algo?

-Dejarme en paz–Pego una patada en el aire que Amadou logro esquivar.

- Estate quieto Ibrahim, no quiero hacerte daño –Le advirtió con un rostro apenado.

Le soltó la pierna para a continuación sujetarle con mucha más fuerza. Eso hizo que el chico gritara con más cólera lanzándose al suelo para evitar ser arrastrado. Las luces del coche todavía encendidas dejaban ver el rastro de polvo que dejaba la espalda del chico al ser arrastrado, y esa mancha enorme que se iba oscureciendo en su espalda. Amadou levantó la vista y se percato de que detrás de los muros la luz tenue de las velas proyectaban la sombra de muchas personas que estaban siendo testigos de la voz aterradora del muchacho, volvió a mirar hacia la puerta principal que se abría repentinamente y del cual salían tres hombres que les vinieron a ayudar rápidamente. De un plumazo agarraron al muchacho como si fuera una hormiga y le metieron dentro, le dejaron en el suelo como si de un cojín se tratara. Haruna y Amadou se limpiaron las manos y se miraron entre ellos resoplando, los tres hombres que les habían ayudado se quedaron mirando con curiosidad al muchacho, y con la curiosidad a flor de lengua uno de ellos dirigió su vista al que decidió traerlo.

¿Es este tu sobrino? –Le Preguntó a Haruna.

-Sí, este es el cabeza dura que tenía que traer –Le dedico una mirada lastimosa a su sobrino.

-Tiene mucho carácter –Opino uno de ellos.

-Eso vendrá de familia supongo –Volvió a decir Haruna.

Ibrahim se puso en pie bruscamente inhalando y exhalando pesadamente, su cuerpo le pedía que huyera  pero no podía hacerlo, la realidad es que no podía con todas esas personas incluyendo que se encontraba en medio de la nada, en un país del que solo conocía los lugares básicos que estaban cerca de su casa. Se quito el  polvo de la cara y de los brazos, empezó a analizar su alrededor empezando por los tres hombres que se encontraban enfrente suyo, lo que más destacaba de ellos era que eran enormes, pensó que perfectamente podrían trabajar como porteros en alguna discoteca de Barcelona. Miro hacia su izquierda y su vista fue a parar hacia la oscuridad, se podría observar la sombra de lo que a primera vista parecían ser arboles. La casa era la típica casa africana, alargada y con muchas habitaciones. Las paredes no estaban pintadas por fuera, parecía que se hubieran descuidado de hacerlo. Enfrente de él se encontraba una especie de puerta de color rojo que tenia una especie de reja y al fondo un pasillo a oscuras. Al otro lado se hallaban unas pequeñas ventanas donde otros chicos se asomaban para ver lo que ocurría fuera, Ibrahim miró con inquietud a esos chicos que parecían mirar disimuladamente para no ser descubiertos.


DOS PAÍSES Y UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora