CAPÍTULO 2: Los cuatro fantásticos.

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Narrador

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Narrador

Horas más tarde, a las dos del mediodía llegó Alagi, el marido de Ñuma. Como siempre, llevaba puesta su gorra de una marca conocida estadounidense que ensombrecía su mirada penetrante, cubierta de polvo que ocultaba su color blanco natural, una sudadera gris que portaba una mancha enorme en la parte posterior que no se quitaba ni con lejía, acompañado de otras manchas más recientes, que hacían percibir a uno lo duro del trabajo que realizaba. Llevaba puestos unos tejanos que dejaban al descubierto sus calcetines negros, acompañados con esos zapatos enormes que le iban como anillo en el dedo, ya que era un hombre bastante alto y robusto. 

Se despertaba cada madrugada para ir a trabajar en diferentes bosques para cortar leña y luego venderlas. Era un trabajo en el que trabajaba todas las horas que él creyese necesarias ya que el salario dependía de cuanta leña cortase al día, pero a él le daba igual mientras ganase algo, lo importante para él era mantener a su familia. Cada mes enviaba algo de dinero a sus familiares de Gambia, ya que ellos tampoco lo estaban pasando muy bien. Pero él siempre se preguntaba si realmente los que vivían con menos problemas eran los de África, ya que la vida en Europa no es lo que parece según el punto de vista de los que viven en el continente africano, porque para ellos, Europa era la solución, mientras que para los africanos instalados en Europa, era la perdición, le parecía irónico, pero era cierto.

SONINKE, dialecto africano

- Salamaleikum -Saludó Alagi a su esposa mientras abría la puerta.

- ¿Cómo va la cosa? -Le preguntó curioso.

- Bien ahora estoy cocinando la comida, ¿cómo fue el trabajo? -Le preguntó Ñuma aun sabiendo la respuesta.

- Agotador como siempre. Voy a rezar, que estoy muy cansado -Se asomó por la cocina -. ¿Has ido a hablar? -Preguntó sin decir el nombre de la persona que ambos sabían.

- Sí -Afirmó su esposa.

- ¿Y que dijeron?

- Le dan dos semanas más... -Le miró mientras removía la comida.

- Ya veo ¿sigue igual en ese curso no? -Dijo Alagi quitándose el gorro de la cabeza, que dejaba restos de polvo en el aire.

- Sí -Respondió exhausta de la situación en la que estaba su hijo.

Alagi negó con la cabeza.

- ¿Y dónde está? -Preguntó.

- Desde que he llegado está en la habitación -Dijo bajando la cabeza.

Alagi tocó un buen rato la puerta de la habitación de Ibra, pero el muchacho no mostraba señales de vida. Abrió la puerta de la habitación con delicadeza, dándose un golpe en la nariz con una nube de humo que al principio no sabía de donde venía, vio al muchacho sentado con unos cascos enormes en la oreja que al principio le pareció que era algún tipo de gorro nuevo, y la causa de esa niebla de humo, un cigarro en la mano que no cesaba de sacar humo. Ibra se percató de su presencia, miró hacia la puerta y le vio ahí de pie, sujetando el pomo de la puerta y con el gorro en la otra mano. Tiró el cigarro por la ventana y se quitó los cascos sin quitarle los ojos de encima.

DOS PAÍSES Y UN AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora