32. Formales. Parte 2

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Salimos al corredor y vamos hacia las escaleras. Le aprieto fuerte la mano y él me responde igual, antes de soltarnos y bajar.

El corazón quiere salirse de mi pecho, cuando llegamos a la planta baja. Trago saliva, inquieto por lo que acaba de pasar. No veo a la madre hasta que entramos al comedor, donde nos espera al lado de la mesa.

Vuelvo a sentir la energía inmensa que emite y me recargo al instante; el cansancio del frío y el viaje en bondi hasta acá desaparecen. Esta vez, la mujer trae una blusa azul de tipo hindú, y una chalina verde amarrada al cuello.

Sé que tiene toda esa onda new age y cree en las buenas vibras del universo, pero eso no me garantiza que esté bien con el hecho de que su hijo salga con un varón. Después del shock que tuvo al principio, no sé qué esperar.

Nos observa durante unos segundos, deteniéndose un poco más en mí.

—Hola, Francisco. —Me saluda con un beso y sonríe—. Tanto tiempo. Hola Nico. Pasen a la mesa.

Resisto el temblor que me invade a la altura del estómago. Nico la pilotea bien, con esa expresión inescrutable que tiene. ¡Ooh! Veo un montón de delicias en la mesa: porciones de pastrafrola de membrillo y de batata, medialunas, también bananas y manzanas en un canasto muy lindo.

—Tomaron mate... ¿quieren más? ¿O ahora prefieren café, té, jugo... leche chocolatada?

—Un café con leche estaría bien —le pido y Nicolás se suma.

La mujer asiente y va a la cocina.

—¿Qué onda, Nico?

—Todo bien, quedate tranquilo —asegura.

Una vez que Elvira regresa con dos tazas grandes, como una porción de pastrafrola para tratar de bajar la ansiedad.

Nos pregunta cosas del trabajo. Al principio le contesto con la voz temblorosa, después me voy aflojando. La mujer se ríe y bromea y termino de relajarme.

—Nicolás me contó por lo que están pasando. Creo que lo mejor es que hables con Jonathan para tratar de resolverlo por las buenas. Quizás hizo todo esto porque, aunque sea a nivel inconsciente, necesita verte para poder cerrar su relación —me dice.

—Pienso lo mismo. Hoy le mandé un mensaje, pero todavía no me lo contestó. —Nicolás asiente al escucharme—. Es difícil para mí. No lo veo hace mucho tiempo. ¿Cómo le digo que deje de atacarnos en el plano astral?

—Yo lo hago todo el tiempo con la gente —dice Elvira, mientras se calienta las manos con su taza de té.

Me río.

—La gente no es como vos, mamá —le dice Nico.

—Ya sé, pero... —Me mira—. Hablale con calma y amabilidad. Siempre. Creo que esa es la clave.

—Sí. Igual, no puede ser que todo esto del portal y de los espíritus sea solo por resentimiento, ¿no?

La madre suspira.

—El resentimiento es más fuerte y peligroso de lo que pensamos. Nunca se sabe... Igual, creo que hay algo de sus karmas relacionado con eso. No se puede crear una apertura en el espacio tiempo solo con resentimiento. —La mamá de Nico sonríe con ternura al vernos inquietos—. Calma, chicos. Vamos a resolverlo paso a paso, con paciencia.

De pronto, escuchamos la cerradura de la puerta abriéndose y alguien entra a la casa. Reconozco a Florencia, la hermana menor. Se saca la mochila y la campera y las acomoda en el perchero, antes de girar hacia nosotros.

—Hola, ma, hola Nico...

Se me queda mirando en la entrada al comedor, con la misma expresión brillante y sorprendida que vi tantas veces en su hermano. Se acerca con una sonrisa inmensa.

La maldición de mi ex (Te rescataré del Infierno 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora