38. La ciudad rota. Parte 2

67 11 38
                                    

—Manténganlas ocultas en sus chakras del corazón hasta que puedan usarlas —advierte el Francisco viejo—. ¡No se las muestren ni se lo cuenten a nadie!

—¡Que no se entere Thot o se las puede quitar! —grita el otro Jonathan.

—¿Thot? —pregunto, sin entender.

—¡Cambien su futuro, para que cambie acá también! —exclama el Jonathan viejo—. Para que nosotros y esta realidad no existamos...

Segundos después, escucho un zumbido mecánico y veo a dos figuras de capa gris, vestidas con una malla negra volando a nuestro alrededor montados en unas tablas propulsadas por hélices. El traje resalta los pechos y las caderas de una de ellas y noto su pelo castaño y largo. Debe ser una mujer. El otro es un tipo gordo, me doy cuenta por cómo se le marca la panza en la vestimenta. Además, le asoma una barba lacia de la máscara oscura que ambos llevan para cubrir sus facciones.

—¡Entréguense! —grita la mujer, antes de que saquen unas armas láser que apuntan a nuestros dobles con unas miras rojas.

No se dan cuenta de que estamos nosotros. Claro, nos hallamos en nuestra forma espiritual.

—¡Esperá! —grita el tipo y se toca el costado de la máscara. Unas lentillas rojas cubren sus ojos—. Están con unos espíritus, puedo detectarlos, aunque con poca definición.

—¡Muerte a los cuervos! —gritan nuestros dobles, arrojándoles unas esferas que sacan de un compartimiento en sus chalecos.

Surge un estallido, que arroja a los cuervos de sus deslizadores. Llego a ver cómo la máscara del tipo se corre, revelándome su rostro de ojos verdes. Sus vehículos descienden a toda velocidad, tras ellos.

—¡Escapen ahora! —ordena Francisco—. Está por llegar el clon de Apofis. ¡Es la serpiente!

Asiento, listo para obedecer. Quiero salir de acá y encontrar la salida de este mundo.

—Gracias por salvarnos...

—Gracias... —dice Jonathan y echamos una última mirada a nuestros salvadores, que sonríen con tristeza y corren hacia el extremo de la terraza por donde cayeron los cuervos. Apuntan hacia abajo con sus brazaletes, buscándolos.

Miro alrededor, hasta percibir las líneas electromagnéticas del lugar. Señalo un punto, unos pasos delante. Jonathan y yo avanzamos hasta ahí y nos tomamos de la mano. Luego nos agachamos, para apoyar nuestras palmas libres en el suelo. Nos rodea un círculo de luz.

Algo se asoma desde el borde de la terraza opuesto a donde nuestros dobles están vigilando. Estoy listo para enfrentar a los cuervos...

Es una cabeza gigantesca sin ojos, cubierta de escamas negras. Por momentos se vuelve traslúcida y es como si estuviera formada por una nube de sombras. Observo su cuerpo, también hecho de penumbras, del que quieren emerger brazos o piernas humanoides, que vuelven a ser tragados por las sombras.

Jonathan y yo temblamos, paralizados. Esto es el clon de Apofis que nombró el Francisco viejo. No es sólido, al menos no del todo. Comprendo que se trata de algún tipo de engendro que habita entre el mundo físico y el espiritual. Mueve su cabeza sin ojos de un lado a otro, como buscando. Abre la boca y estira la lengua. Entonces, apunta sus fauces hacia nosotros y larga ese silbido que nos persiguió cuando llegamos a este mundo.

Jonathan tira de mi mano y reacciono, justo cuando la mujer cuervo pasa con su deslizador frente a nosotros, escaneando el aire con sus lentillas rojas. Es apartada enseguida por un rayo magenta que viene de nuestras espaldas. Antes de que el monstruo alcance a devorarnos, el mandala blanco se termina de formar bajo nuestros pies. Emerge el tubo de energía y salimos despedidos por él, pasando por arriba de la serpiente, que se estrella en el suelo.

La maldición de mi ex (Te rescataré del Infierno 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora