El miércoles, ya con su nuevo celular en mano, Nicolás se va temprano para ir a buscar sus cosas al departamento que alquilaba con Daiana. En ese horario ella trabaja y, si no fue tan malvada de cambiar la cerradura, va a poder recuperarlas. Le aconsejé que fuera con la madre y la hermana. Le expliqué que me encantaría acompañarlo, pero que, si de mala suerte se la cruza, mi presencia ahí iba a empeorar las cosas.
Qué lío todo esto. Me lo banco porque Nico, a pesar de sus traspiés, es un buen pibe. Y lo quiero. Tal vez pueda amarlo también... De verdad, no llevado por la emoción de un nuevo vínculo. Tengo miedos y dudas, no sé cuánto podamos durar realmente. Pero estoy harto de ser un miedoso. A pesar de lo roto que quedó mi corazón en el pasado, me la voy a jugar de nuevo.
Por suerte, después de unas horas, me entero de que pudo entrar al departamento sin problemas y llevarse todo. Me cuenta que le escribió un mensaje a Daiana pidiéndole perdón de nuevo e invitándola a hablar cuando lo necesite.
Bien. Eso me tranquiliza. Nico se queda en casa de su mamá, acomodando sus cosas y charlando con ella y su hermana, que insisten en que yo vaya a tomar un té con ellas en estos días. Qué lindo... Se nota que son buena gente.
Cierro el celular y acomodo la casa. Hago unas compras, porque me estoy quedando sin provisiones, y después me baño y me preparo para ir a la radio.
Salgo un poco temprano, así que mensajeo al grupo a ver si alguien anda por ahí. Karina me responde y quedamos en tomarnos un café sobre la calle Corrientes, a la vuelta de la radio.
Llego y la espero por unos minutos. Cuando entra, la veo ojerosa. Una vez que me encuentra con la mirada, sonríe y camina hacia la mesa donde estoy. Pedimos dos cortados y nos los traen enseguida.
—¿Estás bien? —le pregunto.
—Más o menos. Tuve pesadillas y se quebró mi turmalina.
—La mía y la de Nico también. Aunque no soñamos nada.
—Menos mal que tengo mi nuevo sello, me sirvió para frenar a los espíritus —me cuenta—. Solo cuando lo visualicé en cada rincón del cuarto tuve un poco de paz. Tomá, dale una a Nicolás. —Saca de su cartera dos bolsitas de arpillera atadas con una cuerda. Las agarro y siento aroma a incienso y romero—. Esto los va a proteger, aunque no sé por cuánto tiempo.
—Gracias... —Las guardo en mi mochila.
—Ayer no pude salir conscientemente al astral y, por lo visto, ustedes tampoco. —Asiento a sus palabras—. Tobías está ocupado investigando, Nico y vos resolviendo su relación. Lo entiendo. Yo también tengo mis cosas. Pero no podemos dejarnos llevar por el drama. Hay que juntarnos en nuestro hogar astral para recargarnos e investigar, así podemos frenar a Jonathan y cerrar el portal. Necesitamos terminar con esto de una vez.
—Por Dios, no tengo un día de paz... —Me llevo las manos a la cara.
—Fran, no lloriquees. Mientras más tardemos en resolverlo, peor va a ser.
—Bueno, está bien. Solo quería despejarme un poco. ¿Y si chusmeamos un rato? Vos no estás viendo a nadie, ¿Kari? Tenés que rehacer tu vida también.
Suspira y se cruza de brazos.
—No hay hombres...
Me río.
—¿Cómo es eso de que no hay hombres?
—Son todos niños crecidos. Cagones, inmaduros. Ya me divertí bastante estando soltera. Quiero conocer a alguien y, hasta ahora, no tuve suerte. Así que dejé de pensar en eso. Y me concentré en nuestro programa de radio y nuestra misión astral.
ESTÁS LEYENDO
La maldición de mi ex (Te rescataré del Infierno 2)
ParanormalFrancisco es un conductor de radio perseguido por su pasado. Trabaja con sus ex: Tobías y Karina, con quienes tiene asuntos pendientes, y compite por la audiencia con otro ex, Jonathan, que conduce un programa en una radio rival. Para colmo, se ha e...