Cuando llegamos mi corazón latía con fuerza que hasta podía escucharlo y temía que mi padre lo escuchara también. Todo lo que mi mente había recreado se quedaba corto y los ojos se me llenaron de lágrimas. El césped tan verdoso como siempre estaba cubierto por margaritas por donde yo tenía que pasar. Había pocas sillas blancas porque no invitamos a muchos, pero aún así era hermoso. Al frente había un arco lleno de las mismas margaritas que también estaban en el suelo y en el lago habían hecho una especie de muelle que no tenía idea para que había sido construido. Además donde habíamos hecho el amor en aquella semana de diciembre, se encontraban los violinistas.

Mis ojos se fueron directamente a William que me esperaba con esa hermosa sonrisa acompañada de ésa mirada llena de amor que me hacía sentir mariposas en mi estómago. Él estaba vestido de blanco completamente y me sorprendió lo guapo que lucía vestido de ése color. Nuestras miradas se conectaban como un imán y cuando los violinistas comenzaron con la melodía nupcial mis ojos rebozaron de lágrimas de felicidad y sonreí emocionada. Todos nos observaban con una sonrisa y hasta me sentí feliz de ver a Mario en este momento tan importante para mí.

— Cuida a mi niña — dijo mi padre cuando me extendió la mano hacía William y él la tomo con gusto. Solamente con su tacto mi corazón se aceleró como nunca antes y sentí mi cuerpo vibrar por el nerviosismo.

— Tenga cuidado que la cuidare si es necesario con mi propia vida — susurro mi moreno sin apartar su mirada oscura de la mía—. Mi reina estás preciosa — añadió pasando sus manos varoniles por mi mejilla causando que mi piel se erizara. Ahora aquí frente a él no puedo dejar de sentirme tan enamorada, pero a la misma vez desdichada por tener que dejarlo dentro de poco. Cada día empeoro y cada vez siento que mis fuerzas van desfalleciendo aun mas.

El reverendo comenzó y cada una de sus palabras eran maravillosas. La manera en que expresaba el amor entre un hombre y una mujer era simplemente romántico. Sentía la mirada de William puesta en mí y mi corazón galopaba con fuerza sintiendo miles y miles de emociones que daban ganas de abrazarlo y besarlo.

— Los anillos — dijo el reverendo con alegría y Cynthia le extendió el anillo a su hermano. William me miró con los ojos brillosos y prosiguió a decir sus votos—: Ashley mi amor. No prometo amarte porque ya te amo más que a mi propia vida, fiel siempre seré porque soy completamente tuyo en todos los sentidos, te protegeré y cuidaré hasta que me falte el airé, mi vida. Mi reina tú llegaste a mi vida poniéndola patas arriba y así quiero que permanezca porque eres la única mujer que ha tocado cada fibra de mi corazón. Estoy completamente enamorado de ti como un loco y mis sentimientos por ti no tienen fecha de expiración, te amo — dijo aquellas hermosas palabras con seguridad mientras colocaba el anillo de oro con un diamante.

Lágrimas corrieron por mis mejillas sin poder detenerlas y William limpio mis lágrimas con su pulgar. Siempre había querido que un hombre me amara con intensidad y ahora que lo tengo no lo podía creer. Sus palabras habían calado profundamente en mi corazón así que no me detuve y rodee su cuello con mis brazos para besarlo. William me recibió gustoso y saboreó mis labios con ternura tomándome con suavidad por la cintura.

— Me encanta tú emoción, gatita — susurro sobre mis labios mientras me miraba a los ojos. Yo solo pude reír con nerviosismos al ver que nos observaban. Ahora me tocaba el turno a mí y tomé el anillo que mi amigo Mario me extendió.

— Mi Will te amo tanto — susurre deshaciéndome de mis lágrimas que volvieron a descender por mis mejillas—.Yo prometo amarte con cuerpo y alma. Prometo estar a tú lado aún sienta que el tiempo sea demasiado corto. Prometo darte la felicidad que tú te mereces porque tú William eres un hombre maravilloso que ha llenado mi vida en miles de maneras en éstos últimos meses. No puedo pedirle más a la vida porque todo lo tengo contigo. Te amo, te amo y te amare por siempre — añadí dándole un suave beso al anillo que ya estaba en su dedo.

Fuimos declarados marido mujer ante Dios y esté paisaje de ensueño que tanto me fascinaba. William se acerco a mí y en vez de darme un beso en los labios fue directo a darlo en mi vientre para luego tomarme de la cintura y rozar mis labios. Ése suave roce fueron como recargas eléctricas sobre mis labios. Sus labios cubrieron completamente los míos en una danza de amor, pasión y ternura. Su lengua rozo la mía y mi cuerpo respondió con la misma fuerza que él. ¡Lo amaba, lo amaba y quería disfrutarlo completamente!

— ¡Felicidades! — exclamaron los pocos presentes mientras aplaudían y venían a saludarnos. —.Vas a ser una esposa ejemplar — susurro mi padre a mi oído mientras me abrazaba.

Yo había especificado que no quería fiesta así que después de la ceremonia nos dejaron solos en aquel magnífico lugar. William me miraba totalmente hipnotizado y yo ni se diga.

— ¿Lista para nuestro primer baile como marido y mujer? — pregunto mi ahora esposo y yo asentí divertida—. Pues vamos para que me seduzca con su baile — respondí de manera seductora y él sonrió llevándome de la mano al pequeño muelle que envío a construir.

Los violinistas comenzaron a tocar una suave melodía y nosotros bailábamos abrazados sin apartar la mirada de nuestros ojos. William luego de un rato escondió su rostro en mi cuello y me daba besos esporádicos en toda ésa zona.

— Te amo, mi reina — alcanzó a decir a mí oído sin dejar de acariciar mi espalda.

Perdimos la noción del tiempo bailando y luego sentándonos en la grama abrazados dándonos amor.

— Ven mi amor que todavía nos queda la noche de bodas y tenemos la hacienda solo para nosotros — me ayudo a incorporar y nos montamos en un auto que había estacionado algo más alejado del lago.

No tardamos mucho en llegar y volví a encontrarme con los arreglos florares que habían en la sala, solo que esta vez regadas por cada escalón había un sendero de pétalos blancos en el suelo. Cuando mi marido abrió la puerta casi me desmayo literalmente. Todo el suelo completamente era cubierto por pétalos de rosas rojas. No había un solo rincón donde no estuviera cubierto de aquellos hermosos pétalos y en el respaldar de la cama colgaba un arreglo de flores que decía, te amo.

— Hermoso...— me quedé prácticamente sin habla. ¿Qué podía decir? Si con ése detalle lo dice todo.

— Cada pétalo de rosas significa lo mucho que te amo y como quiera no las creo suficiente — me abrazo de espaldas por la cintura y me beso el cuello suavemente hasta llegar a mi hombro. William me levantó en volandas tomando mis labios de una manera tan tierna que me hizo sentir gelatina en sus brazos. Yo era suya y él era mío en cuerpo y alma.

Me recostó en la cama sin apartarse de mis labios. Sus labios descendieron por mi clavícula con besos húmedos y llenos de deseo. Se incorporó para quitarse la chaqueta además de la camisa y yo aproveche para acariciar y dar algunos besos por su duro, pero apetecible pecho. Me desnudo completamente de la manera más suave sin dejar de besar cada centímetro de mi cuerpo y toda yo temblaba en sus brazos. Ambos nos estábamos dando placer como si nuestros cuerpos fueran unas frágiles botellas de cristal.

Él me miraba y me besaba, yo lo miraba y lo besaba. William me acariciaba y yo lo acariciaba a él. Queríamos recordar esté momento para siempre y podía sentir y vivirme todo el amor que brotaba de cada poro de mi marido. Nos amamos toda la noche sin dejar de jadear, gemir y profesarnos palabras de amor.

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La fuerza del destino (DISPONIBLE EN AMAZON KINDLE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora