Capitulo 14

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Ashley

— Me dejas hablar a mí, ¿entendiste? — dije apuntándole con el dedo al moreno y él asintió de mala gana. Hoy iríamos a cenar con mi padre y ya le había dejado claro a William que yo sería la que hablaría, aunque tampoco lo quería mudo.

La semana había pasado sin darme cuenta y al tercer día de que mi jefe estuviera en mi departamento lo eché porque ya me sentía bien. En esos días despertábamos como si fuéramos una pareja abrazados de frente o de espaldas. Cada día era más difícil que el otro y sentía unas ganas tremendas de lanzarme a sus brazos para que me hiciera suya hasta que quedáramos saciados.

Aunque se había ido lo tuve en mi departamento casi todos los días. Me traía comida y se sentaba a ver televisión conmigo además de que podíamos hablar sin miedo a ofendernos. William era un hombre bromista y otras veces grosero, pero conmigo trataba de dar lo mejor de él y me preguntaba, ¿Por qué?

— Ashley ya entendí. ¿Cuántas veces me lo vas a decir? No soy sordo por si no lo sabes — respondió de mala gana haciéndome señas para que me montara en su auto. Por más que insistí de irnos en tren se opuso rotundamente diciendo que era peligroso y que William Johnson no era un hombre millonario para andar transportándose en trenes. Me dieron ganas de abofetearlo al escuchar aquellas palabras.

—Las veces necesarias hasta que se te grave en la cabeza. No quiero por ningún motivo que mi padre piense que somos algo — dije sería mirándolo a la cara cuando entro al auto—. ¿Tan malo sería que te relacionen conmigo? — pregunto ofendido y con la voz mucho más profunda que lo normal.

—Sí y no. Sí, porque tú eres un mujeriego de primera y no quiero salir en las revistas como una más de la larga lista del famoso Johnson y no porque...

— Ahórratelo — me interrumpió de manera mordaz y arrancó el coche de mala manera. ¿Acaso no dije la verdad? Esté hombre tiene unos cambios de humor insoportables.

Mi padre vivía en una acogedora casa en Manhattan y no tardamos mucho en llegar. La casa estaba como la recordaba desde mi niñez. Era un pequeño hogar victoriano color crema con blanco con el tejado gris. Al frente había un enorme árbol con una cuerda amarrada a un neumático donde muchas veces yo me columpiaba. Tantos recuerdos bonitos y terribles que pasé en aquella casa que me causa nostalgia estar aquí. Siempre mi padre me visitaba a mí en Brooklyn porque yo evitaba constantemente en regresar para evitar recordar los dolorosos recuerdos de mi pasado.

Salimos del auto y William presionó el timbre. Solté un largo suspiro y unos segundos después mi padre abrió la puerta. Estaba algo más mayor ya con sesenta años, pero seguía luciendo duro como un roble.

—Mi niña te he extrañado tanto — se abalanzo hacía mi dándome un fuerte abrazo—. Yo también te extrañe, papá. Quiero presentarte a William, mi amigo — dije colocando mi brazo sobre sus hombros y señalándole a William que había relajado su expresión sería para una más alegre.

—Mucho gusto muchacho. Como ya te había dicho yo soy Wilfredo Cortez — se dieron un apretón de manos y yo me sentía cada vez más nerviosa—. William Johnson y al contrario el gusto es todo mío — dijo el moreno con una linda sonrisa mientras yo me mordía el labio inferior.

— Pero no se queden aquí pasen que Angie está terminando de hacer el postre y su hijo Nick también viene para acá — decía mi padre dándonos paso y William me dejo entrar primero.

La sala estaba muy bien ordenada con flores por muchos lados y había dos largos muebles de color rojo en ambas paredes. El televisor estaba enganchado en la pared del centro y debajo había unos pequeños libreros. Además no podían faltar fotos mías, mi mamá, Angie, Nick y mi padre. La nueva esposa de mi padre nunca prohibió que hubieran fotos de mi madre en la casa es más ella misma las coloco en la pared para que así ninguno de los dos nos sintiéramos mal.

La fuerza del destino (DISPONIBLE EN AMAZON KINDLE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora