capítulo 34: Escoria

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Daba vueltas de un lado a otro en la habitación, trozos de cristal descansaban en el piso alfombrado, sudaba, tenía un periódico destrozado sobre la cama y todo echo un lío a su alrededor.

-Tan poco valía para ti!- Estaba ahí hablándole a la foto con la presencia inerte de Ciel.
La foto que se habían sacado aquel día en su primer beso, su primera cita, en el parque de diversiones luego de conseguir el trabajo.
Recorría la habitación revolviendose el cabello con frustración, su sangre hervía en impotencia y su cabeza palpitaba por el esfuerzo mental.

-Ni siquiera pude...- Arrancó la foto de la pared, donde las mejillas del muchacho se elevaban en una dulce sonrisa, una sonrisa que ya no le pertenecía, una sonrisa que él mismo se había encargado de eliminar.
Tomo su centro con ambas manos, y comenzó rasgando su centro superior pero antes de siquiera que el rasguño llegase a tocar la imagen del muchacho, se detuvo, se desplomó en el piso y recargo la espalda contra la fría pared de concreto, se acercó las rodillas al pecho y con una mano sostenía la fotografía mientras que con la mano libre  sostenía su cabeza y apartaba su cabello de su rostro húmedo por las lagrimas.
Apretó los dientes y sus ojos intentando recomponerse si quiera un poco para lo que haría a continuación.
Se levanto, dejo caer la foto y camino a su cama, se agachó y busco bajo la cama y saco una caja del tamaño de una cajita de zapatos, la abrió y en su interior estaba aquel arma con la que pensó tantas veces poner fin a todo, y junto a ella la pequeña bala amarilla con el gravado PHVE.

  
  
  
   
Aquella noche en aquella tormenta, sabía que en algún momento lo había oído, Madame Red.
Angelina Phantomhive.
La hija bastarda que cambio su apellido a Durless solo por vergüenza a si misma.
Se caso y en un par de años quedó viuda, al verse en la ruina se dedico a los negocios turbios, uno de los ataques que sufrió en ese entonces el pequeño Sebastian Michaelis.
Pero ya no mas, ya no soy el mocoso infantil y débil de aquella vez, soy un hombre.
Y como tal voy a conseguir lo que deseo y lo que mi corazón realmente esta dispuesto a amar.
  

 
 
 
 
Llevaba un rato esperando a la mujer, había entrado a urtadillas y estaba sentado en él sofá del despacho, con una copa de vino en las manos perfectamente cómodo en uno de los extremos de la sala.
Escuchó los tacones de la mujer golpear contra el suelo de madera y como el rítmico martilleo se encaminaba al despacho. La puerta se abrió, la mujer cerró la puerta y le tomo un breve instante rescatar en la presencia del azabache.

-Que haces aqui!?- Dijo exaltada la mujer. A solas con Sebastian corría un gran un peligro, sin la protección de su pareja el albino estaba completamente bulnerable, mas aun sabiendo a que seria capas Sebastian por vengar a sus padres.

-Tienes razón- Movió el liquido rojo que quedaba en la copa y acerco el extremo del cristal a sus labios para beber el poco brebaje contenido. -Es un muy buen vino- Continuó hablando Sebastian.

-Sientate- Dijo con voz autoritaria Sebastian y la mujer (sin dejar de dudar) tomo asiento en uno de los sofás cerca de la puerta.
Sebastian se levanto y camino a la puerta pegando la espalda a esta.

-Si estas aquí por tus padres...-

-Estoy aquí por mas que eso- interrumpió Sebastian.

-Que querías conseguir con que Ciel muriera?. Se sincera, no pretendo andar con filtros hoy- La mujer relajo el cuerpo. A su vista Sebastian no tenia nada para hacerle daño.

-Solo destruir lo que yo no pude tener- Dijo ella esbozando una media sonrisa cínica.

-Que tenía que ver mi familia contigo?- Pregunto esta vez en un tono de voz un poco mas alto y mas intimidante.

Tras la cámara<Sebasciel.(CORRIGIENDO)Where stories live. Discover now