*cuando el tal Wilson llegó junto a la niña pelona y el tipo de metal, opté por enfrentar al grandote*
—No voy a pegarle a una mujer.—soltó el grandulón mientras me acercaba a él.
—Genial, me facilitas el trabajo.—toqué uno de los grandes pilares de metal, haciendo que toda mi mano y parte de mi brazo se tornaran completamente de hierro.
—Que buena mutación tie-
Antes de que terminara de hablar, le acesté un buen golpe en la mandíbula, haciéndolo caer hacia atrás.
—¿tú eres completamente de metal?—sonreí divertida—. ¿incluso... ahí abajo?—llevé mi mano a su pantalón, pero antes de poder tocarlo, el tipo me apartó.
—Sí, soy completamente de metal. No hay necesidad de toqueteo.—reí.
—Pues esa es la parte divertida.—toqué una gran piedra junto a mi—. Pero si prefieres pelear, no tengo ningún problema...—
Estaba por golpearlo, cuando un enorme pedazo de metal me golpeó, haciendo que me desmayara.
•○•
Al despertar, me encontré en una agradable habitación. No terminaba de comprender cómo diablos había llegado ahí cuando el tipo de metal entró al cuarto.
—¿cómo te encuentras?—
—¿confundida?—me llevé la mano a la cabeza—. ¿dónde diablos estoy?—
—Te traje a nuestro hogar, no creía adecuado dejarte ahí malherida.—
—¿trajiste al enemigo a tu casa?—
—No eres nuestra enemiga, sólo fuiste contratada por ese psicópata.—
—Sí, y aunque aprecie tu hospitalidad, él me contrató para acabar con ustedes.—me senté en la cama.
—Pero está muerto...—
—Oh, en ese caso...—me acomodé de nuevo en la cama y me acurruqué—. Soy ____.—el tipo me miró confundido.
—¿tan fácil te rindes?—
—No me rindo, bolas de plata. Mis contratos son como el casamiento: hasta que la muerte nos separe. El calvo murió, no tengo obligación de hacerles daño, simple. Además te preocupaste por mi, realmente no tenía ganas de lastimarte.—
—Me alegra oír eso, porque te tengo una propuesta.—lo miré con curiosidad—. ¿te gustaría unirte a los X-Men?—
¿yo? ¿unirme a un grupo de idiotas con uniformes horriblemente iguales? ¿con la escuela que explota a cada rato? No lo veía muy posible. Pero luego recordé cómo se defendían el uno al otro, eran una familia, justo lo que nunca tuve...
—Tal vez...—
—Peter, me llamo Peter.—sonreí.
—Peter...—el grandulón sonrió mientras me entregaba una barrita de cereal.
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