5-"Recuerdos"

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Era de madrugada cuando desperté, habían transcurrido escasas horas luego de haberme quedado dormido

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Era de madrugada cuando desperté, habían transcurrido escasas horas luego de haberme quedado dormido. Afuera estaba lloviendo, las gotas de agua chocaban contra mi ventana, produciendo un sonido estremecedor. Y debido al último acontecimiento, recordé el primer día en el que llegué a vivir con mi tía.

Tenía ocho años, era muy joven y sabía perfectamente por qué estaba ahí. Estaba enfadado, no quería vivir con ellos, mucho menos con mi primo, Jack. Nunca nos habíamos llevado bien. Nuestra rivalidad siempre había existido, pero se incrementó desde ese entonces.

Mary me quería demasiado. Lo sabía, aunque para mí, ellos eran completos extraños. Solo los veía en los días festivos. ¿Cómo pretendían que me quedara con ellos? Mary debía saber que la estaba pasando mal. No era para menos, tenía ocho malditos años.

Recuerdo que esa tarde lloré a más no poder y que no quería a nadie a mi lado. Pensaba que era imposible seguir la vida sin mi madre. Esa tarde había marcado mi final a su lado, y mi inicio en algo a lo que debía enfrentarme solo.

No fue fácil, para nadie lo es. Mucho menos para un niño.

Mis ojos estaban hinchados, no dejaba de llorar. Los recuerdos me abrumaban. Mi primo no me lo ponía fácil, él no paraba de mofarse en mi cara. Me decía que era una niña, que llorar era de maricas. Sí, Jack fue cruel desde el primer día.

Quizá para él hubiera sido un juego de niños, pero yo no comprendía por qué lo hacía, tal vez su madre no se lo hubiera explicado, tal vez no era consciente de lo que ocurría. Sea como fuere, no podía evitar sentirme abatido ante sus burlas.

La situación me había afectado bastante.

—Lo lamento, Evan —me decía Mary con dulzura, evitando las ganas de llorar. Ella parecía ser fuerte, lo disimulaba muy bien. Yo no podía hacerlo y no comprendía por qué no lloraba si también la conocía.

—¡No te quiero, déjame en paz! —Le grité apartándola de mí con fuertes golpes.

—Evan, me duele tanto como a ti, pero sé que no le habría gustado que estuvieras así —dijo acercándose a mí pese al golpe que le había dado. Me abrazó con fuerza y pude sentir que me comprendía—. Estoy segura de que a ella le habría encantado que estuvieras con nosotros.

Yo seguía llorando, ahora sobre el hombro de mi tía Mary.

—Pequeño, no me gusta que llores —habló secando las lágrimas que corrían por mis mejillas.

Esa misma noche, luego de haberme dormido durante largas horas, desperté con el deseo de que todo hubiera sido parte de un horrendo sueño.

Estaba en una habitación que no era mía, todo estaba oscuro y no había nadie a mi lado. Me sentí solo y triste, quería salir, olvidarme de todo y estar con ella. Sigiloso, salí de la casa cuando ya había oscurecido. Mi tía no se dio cuenta, la casa estaba en silencio.

Una vez afuera y con las lágrimas por mis mejillas, corrí hasta quedarme sin aliento. No me tomó mucho tiempo llegar al parque. Me dejé caer sobre las rodillas y sollocé hasta ahogar mi dolor.

—¡No quiero, no quiero vivir con ellos! —grité con desesperación.

Estaba lloviendo, en cuestión de segundos me encontraba empapado, con las lágrimas mezclándose con las gotas de lluvia. No me importaba estar fuera de casa, mucho menos si me resfriaba. Pensaba en que todo era mejor que vivir con ellos. Lo prefería mil veces.

—¡Vuelve, por favor! —Le imploré como si pudiera escucharme.

Estuve ahí durante largo tiempo, lamentándome y deseando poder estar en otro lugar. Junto a ella.

—¡Evan! Aquí estás, pequeño —mencionó Mary, aliviada luego del susto que le había dado al huir de su casa. Y sin decir nada más, me tomó en sus brazos y me llevó de vuelta a su hogar. Fue complicado, estaba lloviendo y llevaba un paraguas con ella. Yo estaba bastante empapado—. No vuelvas a hacer eso —mencionó ante mis sollozos—. Se cómo te sientes, pero no sabes el susto que me has dado al no encontrarte por ningún lado. Te quiero, siempre lo haré. No lo olvides.

—Gracias, Mary... también te quiero.

Después de haberme abrigado, se quedó conmigo hasta que me quedé dormido. Era lunes por la noche y esa mañana no asistí a la escuela. Probablemente fue el peor lunes de mi vida.

Afuera seguía lloviendo, hacía tanto frío como aquel día. Y regocijándome en las cobijas, me volví a dormir.

Al día siguiente, cuando desperté, alisté mis cosas para el colegio. Tenía algo en mente, no iba a asistir a la escuela. Mary no tenía por qué enterarse. Estaba seguro de que Jack no iba a decírselo. Lo que yo hacía le importaba en lo más mínimo.

No tenía planes, podía ir a cualquier sitio.

No quería encontrarme con Madeleine, sabía que no valía la pena sufrir por ella. Bastante tenía con lo que había hecho la tarde anterior, que no quería volver a actuar de ese modo. Lo mejor era no verla, por lo menos durante unos días. Solo así podría sentirme mejor y también evitar decirle cosas de las que seguramente iba a arrepentirme.

Salí de casa antes que Jack, no quería encontrarlo en el camino.

Para: Evan M.

De: Harry B.

Hora: 8:30 a.m.

No estás en la escuela, ¿estás bien?

Recibí un mensaje de Harry que no me molesté en responder. Quería apartarme de todos.

Estaba en el parque al que había ido cuando tenía ocho años. Tomé asiento en una de las bancas, coloqué mis brazos sobre las rodillas, y la cabeza sobre mis manos. Con la mirada fija al piso.

Pensaba.

Completa tranquilidad.

Minutos después del mensaje de Harry, Hannia me llamó al teléfono sin obtener respuesta de mi parte. Quizá le hubieran preguntado a Jack por mí, pero él no sabía nada y aunque lo supiera, estaba seguro de que no iba a decírselo.

 Quizá le hubieran preguntado a Jack por mí, pero él no sabía nada y aunque lo supiera, estaba seguro de que no iba a decírselo

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Un amor para EvanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora