Capítulo 14

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No puedo con esto...

     —Cariño, fue muy lindo contigo y-

     —Mami, basta —interrumpió—. Me duele la cabeza en demasía, y tú sólo me estás hablando de... él.

     La mujer sonrió ampliamente.

    —No me mires así, me siento...

    —¿Completamente coladita por él?

    —¡No! —Se quejó bajito por el dolor—. ¿Cómo puedes estar hablándome así como si... —negó con la cabeza. Mary igualmente comprendió.

     —¿Quieres que tu madre sea como la mayoría? ¿De esas que no confían en sus hijas y piensan lo peor de ellas incluso cuando no hay motivos para hacerlo?

     Alice la observó; su dolor de cabeza y todo malestar pasó a segundo plano.

     —Ma...

     —Cariño, sé cómo eres. Yo confío en ti, y sé que no me fallarás.

     —Pero me emborraché algo y... —La mujer la apegó a ella.

     —Confío en ti.

     Ambas se abrazaban. Alice sintiéndose afortunada de tenerla como madre, amiga y consejera.

     —Sé que no digo esto mucho... —se apartó y suspiró—. Te amo. Sé que he sido un fracaso como hija, pero te amo.

    —Cariño —volvió a abrazarla—, no eres un fracaso.

    —Soy extraña... —sorbió por la nariz—. No te merezco como madre.

    La mujer la alejó y negó con la cabeza repetidas veces.

    —¡Eres maravillosa! —exclamó—. Quien no lo vea, está realmente mal.

    Alice sonrió.

    —Lo dices porque eres mi madre.

    —¡Tsk! No es por eso, es verdad. No lo digo yo... ¡lo dice la ciencia!

    —¡Mamá! —Reventó en risas. Ambas lo hicieron.

    —Oh, y también tu novio.

     Yyyyyyy, ya no reían.

     Alice bajó la cabeza y mordió su labio sin darse cuenta.

     —Te refieres a Dylan, ¿verdad?

     —Sí, cariño —sonrió e incluso le dio un suave empujón—. ¿De quién más sería?

    Imágenes de la noche anterior aparecieron; el baile y el beso que su prima y él compartieron, por lo que bebió, la pelea, el miedo que sintió...

    Lo rápido y fácil que cayó por él

    —¿Alice?

    Movió su cabeza para despertar del pensamiento.

    —¿Sí?

    —Estabas rara...

    —Siempre lo he sido —Sonrió con tristeza.

    —Te dije que no —acarició su mejilla—. Eres maravillosa y hasta Dylan lo dice.

    Los latidos de su corazón se aceleraron ante lo dicho. Evitó la mirada de su madre y fingió que no le importa demasiado el tema cuando preguntó:

     —¿Él... —carraspeó—. ¿El dijo que yo era maravillosa?

    —¡Claro! —dijo enérgica—. Anoche hablamos un rato y él mismo lo dijo. "No he conocido a nadie como ella" —suspiró dramáticamente—. Lo traes lo... —se interrumpió al observar la hora—. ¡Dios!

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora