Capítulo 66

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Cuando Alice se adentró en la habitación, lo primero que hizo fue dejar muy suavemente las películas de Haz donde solía guardarlas; para seguidamente arrojarse a la cama que le correspondía, boca abajo, pegar la suave almohada en su cara, y gritar.

    ¿Qué había hecho?

    ¿Cómo... cómo pudo hacer eso?

     Gimió, y con movimientos ágiles de sus pies, únicamente con los pies, se deshizo de los zapatos. No se levantó inmediatamente.

     Se quedó allí, recordando todo lo sucedido en el día. Las expresiones de Dylan.

     ¿Por qué seguía pensando en Dylan?

     —Cuatrocientos cincuenta y nueve mil más treinta y tres mil dividido sesenta menos ciento cincuenta mil —murmuró, porque sí, porque quería distraer a su traicionera mente—, es igual a...

     Se acomodó boca arriba e hizo las cuentas.

     —Cuatro-

     Alguien tocó la puerta.

     Arrugó el ceño. Nadie sabía que estaba allí, además de Harry y... y Dylan, por lo que sabía. El primero tenía acceso, el segundo...

     Insegura y descalza, caminó hacia la puerta. La que fue tocada de nuevo, y causó que pegara un respingo.

     —¿Quién es? —preguntó. Un segundo después de ello, recordó que, debido a la alta tecnología, podía mirar a la persona al otro lado. No podía ser escuchada a no ser que quisiera,recordó también. Así que, frente a la pequeña pantalla, frunció el ceño, analizando, seleccionó un botón y repitió—: ¿Quién es?

     El hombre se giró, y se enfocó rápidamente en la cámara.

     Él traía flores consigo.

     Eran grandes y bonitas.

     Eran preciosas.

     Blancas, como las que solía ver en las revistas para bodas perfectas que su prima coleccionaba.

     —¿Luciana Quinn?

     —No —dijo negando, incluso cuando sabía que no podía ser vista—, estás equivocado.

     Él miró una hoja de papel. Su frente arrugada debido al ceño fruncido. Se rascó el pelo, donde las canas eran visibles.

     —¿No es usted la prometida? —preguntó él, como esperando que estuviera mintiendo—. ¿Segura?

     —Segura.

     —Lamento la molestia —Lucía realmente cansado—. Que tenga una buena noche.

     —Igualmente —Luego se apresuró en decir—. ¡S-sus flores son realmente bonitas!

    Él sonrió.

     —Muchas gracias, jovencita.

     Y se retiró.

     Alice lo vio irse.

     Las flores eran tan enormes que el hombre parecía tener dificultades para caminar.

     Eran bonitas, sin embargo, también una pesada carga.

     Justo cuando estaba a punto de apagar la pantalla, Dylan apareció en su campo de visión. Ella sabía que el hombre se quedaba en una habitación cercana, lo sabía, pero no lo había visto una sola vez por allí.

     Hasta ahora.

     Quien portaba las flores lo detuvo.

     Por supuesto era para preguntar... eso se dijo a sí misma. Pero entonces la conversación se alargó y las flores fueran expuestas a Dylan, el hombre alto de ropa oscura, que con las manos en sus bolsillos, las examinó.

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora