Capítulo 5, Temporada 2

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Sofía le preguntó a dónde iba, cómo se iría, en qué vehículo, y qué sucedió con el de su madre.

     Alice le respondió que iría directamente a casa, en un auto, en un autobus, y le confesó que el vehículo de su madre comenzó a tener problemas que al principio ignoraron, y eso les valió tener que mantenerlo con quien se encargaría de solucionar dichos problemas por unos cuantos días.

     Sofía aplaudió, como si no hubiera dicho algo lamentable. Y la tomó del brazo para llevarla hasta el auto enorme de Dylan, abrir su puerta, invitarla adentro y luego decirle a su hermano alegremente, mientras tomaba su lugar en el copiloto y abrochaba su cinturón, que tendrían que darle un aventón a su querida exmaestra y amiga Alice.

      Dylan miró la puerta por donde Alice se adentró. Y ella sabía que no podía ser observada debido a las ventanas especiales. Pero sentía la mirada del hombre fija en su persona

      Él regresó al auto, y nadie dijo nada por un minuto. Nadie realizó acción alguna por un minuto.

      Hasta que Sofía rompió el silencio con:

      —¿Vendrías a cenar a casa, Alice? —cuestionó, toda tímida—. Mi hermano y yo somos buenos cocineros —se pavoneó un poco—. Dylan aprendió de Renata, nuestra madre, y yo aprendí de él —Su sonrisa era de puro orgullo—. Te enseñaré un poco si vienes con nosotros.

      Él no la miró en ningún momento.

      Sus manos estaban en el volante, quietas. No hizo nada para arrancar.

      —Está bien —dijo. Y Sofía era todas sonrisas de nuevo. Dylan encendió el auto y entonces comenzó a conducir.

      Ella y Sofía hablaron un poco sobre el cómo le fue en el día. Cuando mencionó que tenía lo fue un helado en su vestimenta, los ojos claros de Dylan se posaron en el espejo, y entonces así, por medio del reflejo, sus miradas se conectaron.

       Pero fue un momento.

       Los ojos de él regresaron al camino y Alice giró el rostro a Sofía, quien le dijo que no tenía la intención de soltarle la sorpresa tan pronto, pero que era necesario y que alcanzara una bolsa púrpura que se encontraba detrás.

       Alice frunció el ceño, miró a Dylan, pero este no la miraba. Así que ella se movió un poco, abrazó el asiento para no caerse por si las moscas y alcanzó lo que la menor le había dicho.

      Miró la bolsa, miró a la adolescente. Y ella sonrió.

       —¡Sorpresa! —exclamó, e hizo un gesto para que le echara un vistazo, lo que justamente comenzaba a hacer hasta que ella dijo—: Es para ti.

      Alice se quedó sin habla.

      Abrió la boca y la cerró, exactamente como lo haría un pez en el agua, y la miró con incredulidad.

      La sonrisa de Sofía permanecía.

      —Gracias —le dijo, y la sonrisa creció, no viéndose ni forzada ni aterradora en lo absoluto. Al contrario, era nada más que bonita y feliz.

      Alice echó un vistazo y su boca se abrió y persistió así por unos buenos segundos. Su mano se deslizó por cada prenda, por cada tela y no pudo evitar sonreír.

      —Se ven hermosas.

      —Lo harán mucho más cuando su dueña las use —Un pulgar estaba arriba cuando levantó la mirada para verla.

      —Muchas gracias —dijo de nuevo, su corazón se sentía tan lleno y cálido.

     Y de repente comenzó a latir demasiado rápido cuando ella soltó:

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora