Capítulo 60 (P. O)

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[Días después, en otro país]





—Ya estamos casi listos —comenzó a informar uno de los enmascarados en un susurro, susurro que cada uno de los hombres escuchó perfectamente—. Alfa está encargándose de las cámaras. En —levantó un poco de la manga negra de su uniforme negro para checar el reloj ubicado en su muñeca, este se iluminaba un poco en azul—... aproximadamente un minuto estará con nosotros.

     Alguien le dio un golpe en el brazo.

     —¿Por qué estás llamándole "Alfa"? —Él levantó los brazos y se puso de puntitas, en un 'estiramiento' de columna—. Es R.J, nada de 'Alfa'. Hay nuevos, no los confundas.

     Los ojos se posaron en el único personaje nuevo; este estaba siendo abrazado por otro... Bueno, si 'abrazo' se le podía llamar a que tuviera el musculoso brazo rodeando su cuello, y le estuviera susurrando algo.

     —¿Es seguro que lo tengamos con nosotros? —le preguntó el que se estiró de nuevo a quien comenzó con la mierda de 'Alfa'—. No reconocemos sus habilidades. Probablemente nos eche a perder todo.

     El otro miró disimuladamente a los dos hombres que estaban pegados, mientras palpaba en su cuerpo, en verificación de su armamento.

     —Escuché que es bueno con las cuentas.

     —Esperemos que-

     Ambos callaron cuando se percataron de la nueva presencia. Tan silencioso como era su superior, también era peligroso.

     Sentían respeto hacia él. No cualquiera podría llegar tan rápido desde otro país, otro continente, para el sólo hecho de ser la cabeza del grupo de ladrones más buscados nacionalmente.

    Por eso el mundo busca saber quién es R.J.

     Encerrarlo.

     Su superior, quien vestía totalmente de negro y tenía una máscara que ocultaba su rostro, asintió e hizo una señal, una que todos comprendieron.

     Todos se movieron, y abruptamente se detuvieron cuando... R.J se detuvo.

     El hombre ladeó la cabeza de manera escalofriante, viendo a quien recientemente se había unido a la pandilla divertida.

     Una mano enguantada en negro salió disparada, y se dirigió a la garganta del pupilo.

     —¿Y tú quién eres?

     —Suéltalo —pidió el hombre que había estado pegado a quien era víctima de la atención de R.J—. Es nuevo en esto, y-

     —Estoy preguntando quién es, Haz —La víctima no se movió ni un ápice—. ¿Por qué no tengo un inform-

     —Es mi primo, y es mudo —dijo apresuradamente—. Tengo un primo mudo, ¿lo recuerdas?

     —Mudo —repitió R.J, mirando a quien se mantuvo como una estatua—. Demuéstralo.

     —¿Cómo va a demostrarlo? —inquirió—. Está en silencio porque no puede hablar, ¡eso es suficiente!

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora