Capítulo 13, Temporada 2

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Cuando Alice despertó, fue por la frialdad de la abrupta agua que la golpeó.

     No pudo abrir los ojos inmediatamente.

     Bajo su piel se sentía como... si tuviera miles y miles de hormigas desplazándose.

     Tenía la lengua dormida. Pero el resto de su anatomía no tanto. Si se esforzaba, podría mover su brazo, la pierna.

     Estaba mareada, desorientada y desesperada, porque el lugar en el que se encontraba era desconocido.

     El choque de los recuerdos le hicieron algo de repente, porque al segundo siguiente estaba jadeando, totalmente despierta, y mirando alrededor.

     Un hombre apareció en su campo de visión, este dejaba una cubeta de color plata a unos cuantos metros, antes de dirigirse de nueva cuenta a ella...

        Eso la llenó de horror.

       ¿Qué quería hacerle?

      Alice negó, negó y retrocedió con toda la energía que su cuerpo un poco a la deriva le permitía.

      —Por favor, no, no, por favor —Eso trataba de decirle, pero su voz salió atropellada, en puros balbuceos desesperados que hicieron al hombre detenerse.

      Fue allí cuando lo reconoció.

      Julián.

      Ella no le preguntó por qué, no le preguntó por qué le estaba haciendo eso.

       Sólo le miró con toda la decepción que podía reunir en su mirada, incluso si no le importaba, porque ella había esperado siempre lo mejor del hombre, y la había decepcionado.

      —Alice... —comenzó a decir él, y la aludida se negó a escucharle, por lo que le oyó suspirar.

      Él salió de la pequeña habitación oscura, dejándola sola y preguntándose por Dylan, pero prontamente la voz de su prima hizo eco, y lo supo, Alice supo que se estaba acercando.

       También supo que estaba dando órdenes.

       La persona que se adentró al minuto siguiente no era su prima. Era una mujer que desconocía, y esta tenía anillos, muchos anillos en cada dedo. Masticaba un chicle con la boca abierta.

       —Tania dice que puedes tenerlo —le dijo, antes de que gritara dos nombres y dos hombres se adentraran a la habitación. Uno se encargó de quitarle las esposas que apenas notó, debido a su sensibilidad destruida en el momento, y el otro la tomó del brazo para luego arrastrarla por pasillos llenos de suciedad.

       Alice no luchó.

       Su mente estaba un poco lenta, procesando las palabras que la mujer desconocida le soltó.

       Entonces fue empujada a otra habitación, una habitación oscura.

       Alice miró hacia atrás, justamente para ver a la mujer sonreír. Tenía dientes de lo que parecía plata.

       Ella le lanzó algo.

       Y Alice atrapó ese algo.

       —Eres afortunada, yo no daría esta oportunidad. Pero entiendo a Tania, en parte, quiere que tengas una despedida, y también un poco del dolor que vendrá cuando seas tú quien complete su felicidad —le dijo, mirando momentáneamente hacia atrás de Alice, hacia la oscuridad—. Ponle el condón, y no dejes que el tesoro se escape. Necesitamos el semen fresco para llegar al éxito.

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora