Capítulo 61 (P. O)

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Cuando el trío logró salir del edificio, tuvieron que correr, correr rápido, y con un gran peso en sus espaldas, por sus mochilas llenas.

   Sí, eran los encargados de cargar el dinero que quedaba.

    La alarma resonó de nuevo, junto a los pasos lejanos. Ellos podrían atraparlos.

    —¡Vamos, rápido! —le instó quien ya había atravesado uno de los muros, e iba por el segundo.

     Eran tres.

    Alice miró hacia atrás, escuchando a los que se acercaban, y miró de nuevo arriba, donde Haz le esperaba sentado a horcajadas en la inmensa pared.

     —Vamos, tú puedes —dijo Haz, cuadrando los hombros. Pero ella no se movió... Suspiró con pesadez—. Cuando dijiste que subieramos primero, creí que era porque eras tan buena que no necesitabas ayuda. Qué estúpido fu-

     Se escuchó un impacto fuerte, un segundo después un grito, un desgarrador grito. Ambos se miraron, sabiendo perfectamente de quién provino.

     —Haz —Ese era el hombre con el que habían compartido minutos de correr, esconderse y de nuevo correr—, ayúdame —una súplica—, he caído y lo hice mal.

    —¿Qué tan mal?

     Un sollozo.

    —Creo que me partí una pierna —silencio, otro sollozo—. Dios santo, ¿por qué hay tanta sangre?

    Él hizo una mueca.

    —Déjame ayudar a mi primo y voy por ti.

     Pero no obtuvieron respuesta.

     —¿N2? —le llamó.

     Nada.

     —Ve por él.

     Haz se rió, pero su risa era falsa.

     —No —respondió, mirando abajo, analizando la caída pero también hacia atrás; sus cejas juntas, la preocupación en sus apenas visibles ojos—. No te traje a otro país para que te metieran a la cárcel.

    Ella abrió la boca para decir algo al respecto y, la cerró abruptamente cuando voces se escucharon. Vinieron del lugar en el cual había caído N2, posiblemente este estaba inconsciente, indefenso.

     —Quita esa máscara de su cara —Un acento marcado—, toma fotos y recoge cualquier artefacto que traiga. Eso nos servirá para rastrear a la cabeza.

     La cabeza era Dylan.

     —Mierda —fue lo que murmuró Haz, y Alice pudo notarlo, la decisión, él había tomado una decisión—. Estarás bien, lo juro —En el tono de voz la disculpa, y en su mano izquierda un arma con un líquido extraño—. Vendré por ti cuando lo deje en lugar seguro, te lo juro, así que escóndete.

    Ella lo vio alejarse.

    Seguidamente, no perdió el tiempo y se escondió. La noche era fría allí, demasiado fría. El frío atravesaba su negro y grueso uniforme. La máscara que usaba, similar a la de los demás, se sentía helada cuando la tocaba. "Los demás", los ladrones. Aún no podía creer que había viajado tan lejos de su casa, en sus cortas vacaciones, para algo como esto.

   Quizá se había vuelto loca.

   No faltaba dinero en su cuenta, en serio, no lo hacía, pero estaba ahí, con una pesada mochila llena de este, colgando en su espalda.

     ¿Se había dejado manipular por Haz cuando le dijo que le daría adrenalina y diversión si aceptaba asistir a un robo tan importante?

    No lo sabía, no le importaba. Sólo quería algo caliente ahora.
     
    Su respiración se contuvo cuando escuchó gritos, gritos cerca de ella. El idioma era desconocido, no pudo comprenderlo. Apretó la mochila y los labios, preparándose para correr si lo necesitaba.

     Y lo necesitó.

     Ellos la vieron e iban a atraparla si se detenía, si la alcanzaban...

     —¡Detengan a ese hombre!

     Una bala impactó cerca de sus pies, y seguidamente a un lado, a centímetros, de su cabeza. El sudor se deslizó por su piel, la adrenalina subió. De su boca salían jadeos y más de una vez casi cayó.

     Eso fue hasta que un cuerpo pesado impactó con ella, e hizo que llegara al suelo.

     La máscara dura no se movió ni un ápice, y agradeció por ello. Lo único negativo en la situación era que el hombre estaba tratando de quitarla, mientras le hablaba con la lengua que desconocía.

     Alice entró en pánico...

     Pero fue momentáneamente, porque después comenzó a removerse, y cuando se esforzó en levantarse, la máscara dura chocó con la cara del hombre, causando que este retrocediera gritando, ahuecando su nariz.

     Ella ignoró su propio dolor y avanzó, notando pronto que una persona se encontraba sentada sobre la pared, de la misma manera que lo había hecho Haz, y le apuntaba con un arma.
    
    El corazón casi se le salió por la boca, eso fue hasta que reconoció el anchor del cuerpo, la forma y diseño distinto de la máscara.

     Ese era Dylan.

     Y Dylan estaba disparando a quienes la habían estado persiguiendo.

     No necesitó de una señal, corrió hacia él y cuando llegó, este bajó, para seguidamente, sin darle tiempo de tomar siquiera un respiro, ponerse en posición y ordenarle de manera fría:

     —Sube.

    Tragando saliva, y a pesar de su miedo a las alturas, ella lo hizo. Sólo para distraerse miró a Dylan, quien retrocedió para tomar impulso y llegó a tomar su misma posición pronto.

    Él bajó. Uno de sus brazos musculosos estaba a la vista, demostrando los tatuajes como la sangre. La prenda había sido rasgada, notó.

     —Ven aquí.

     —Estás-

     —¡Ven aquí!

     Ellos no compartieron palabra alguna en el siguiente muro. Dylan se encargó de hacer limpieza en esa parte, porque había sangre y la sangre pertenecía a uno de sus hombres. No podían arriesgarse a revelar identidad alguna. La 'limpieza'... se trataba de agregar un líquido extraño sobre la "muestra" de ADN. Alice no dijo nada de quienes eran ajenos al grupo de ladrones y estaban repartidos por el suelo, inconscientes.

    No dijo nada hasta que llegaron al tercer muro y notó el cómo él sujetó su brazo.

     —Soy alta —dijo, porque estaba segura que podía bajarse sola esta vez.

     —Felicidades —contestó él, de nuevo, con frialdad. Sin embargo, después de un suspiro profundo le indicó cómo bajar adecuadamente para evitar lecciones.

     Y entonces Alice bajó sola, sólita, y nunca se había sentido tan feliz por ello. Sus piernas apenas temblaban y su sonrisa bajo la máscara era grande.  

     —Gracias.

     Dylan, quien le había dado la espalda y continuó caminando como si la maleza espesa no fuera nada, se detuvo... apretó los puños. Luego continuó, sin chistarle ni una sola palabra.

    —Dy-

    —Hay un vehículo esperándonos —Le informó a cuántos metros, le detalló, sin embargo, no se giró para mirarla—. Así que apresúrate.

     Ellos no se hablaron más, sólo se movieron.

    Minutos después, en el bosque en el que se encontraban, resonó un disparo...

     —Mierda.

     Y Dylan Ferrer cayó al suelo.

    

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora