Capítulo 3

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Aunque hayan pasado muchos años, Tania podía reconocerlo.

     —D-Dylan... —repitió con la voz aguda a la persona frente a ella. Él se veía como todo un hombre, uno de verdad. El hombre frente a ella era enorme, apuesto y magnifico e irresistible. Todo lo que ella quería estaba en él.

    —El mismo —confirmó él, con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Su sonrisa era encantadora y Tania sintió que se derretía.

    —¿Q-qué haces aqu-

    —Ha pasado mucho tiempo, Tania —Dylan miró hacia abajo, a sus zapatos—. Quería... verte.

    Así comenzaba el juego.

     Ella parpadeó sorprendida. Anhelaba lazarse sobre él, pero tenía un orgullo y recuerdos de lo que había sucedido años atrás, cuando creyó haberlo perdido de vista.

    —Tú... ¿No me odias?

    —No —le respondió, moviendo la cabeza de un lado al otro, todavía viendo el piso—. Decidí no guardar rencor por lo sucedido. Fue mi culpa, después de todo, debí ser más inteligente y aceptar lo que me ofrecías, pero fui un tonto y... perdí.

     —No digas eso, es cierto que debiste elegirme, era una buena alternativa y la desperdiciaste, pero... Todos alguna vez hemos cometido errores.

     —Aprecio que pienses así.

     —Y a mí me gusta que aprecies que piense de esa manera.

     El silencio que hubo entre ambos se prolongó, al punto que Tania se inquietó, desesperada por escuchar la voz deliciosa del hombre que siempre había deseado. Trémula, se acercó a él y tomó su rostro entre sus manos, dejándose llevar por el hechizo que esos ojos miel guardaban, atrayéndola y haciendo que desee tener esa mirada por siempre sobre ella.

     —¿Por qué evitas mi mirada? —preguntó en un susurro.

     —Aún no puedo creer que haya cometido tal error. Debí aceptarte, y te tendría a ti, una mujer hermosa, también tendría a mis padres.

     —Puedes tenerme.

     —Es tarde para eso.

     —No —dijo ella, acariciando su piel—. No, puedes tenerme, Dylan. Siempre he sido tuya, y desde mi corazón, con este encuentro, sé que eres mío, siempre has sido mío, pero no lo veías. ¿Puedes verlo ahora?

     Dylan se puso serio por un momento, para después sonreír.

     —Lo veo.

     Minutos después, ambos habían llegado a una habitación. La música resonaba en toda la propiedad, y los invitados se preguntaban dónde se encontraba la estrella de la noche. La estrella de la noche se hallaba debajo de Dylan Ferrer, gimiendo fuerte ante cada penetración de dedos gruesos en su sexo. La saliva se le deslizaba de la boca mientras arañaba las sábanas, sujetando a penas como si fueran un salvavidas. El sonido de chapoteo se perdía entre la música. El calor de la habitación era sofocante. Tania gritó con los ojos fuertemente cerrados, perdida en su éxtasis. Y Dylan Ferrer sonrió, viéndola a su merced.

     Pero alguien entró de golpe.

     —¡Te escuché, aquí estás! —dijo la persona invasora, entrando y cerrando la puerta—. ¿Estás bien? Mi tía dice que debes atender a tus invit —cuando se giró completamente, se congeló—. ¡Dios! Cuánto lo siento —La menor tapó sus ojos, Tanía ocultaba su cuerpo con una sábana y Dylan solo observaba divertido lo que acababa de pasar—. ¡No vi nada, lo juro! —comenzó a caminar torpemente hacia la salida estrellándose con la pared. Destapó un momento sus ojos, observó de nuevo la escena y después la salida, abrió y cerró la puerta antes de echarse a correr.

El Error de Dylan Ferrer | 1&2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora