Capítulo 10

671 50 8
                                    

Narra Margo:

Sábado, 20 de marzo

—¿Puedes pasarme el pincel? —me pregunta Bárbara para continuar pintando el anime.

—Toma. Hazlo de azul —le sugiero, sin apartar demasiado tiempo la mirada del cartón que estoy recortando.

—Eso pensé —asegura, mientras abre el frasco de la pintura azul cielo.

Durante toda la mañana del día sábado hemos estado haciendo una tarea de biología, que consistía en realizar una maqueta del sistema nervioso del ser humano. Lo hacemos con materiales como cartón, anime, pinturas y algunos otros como papel y foami. Pensamos acabar esta asignación hoy para tener el domingo libre y así descansar.

Me levante temprano exclusivamente para hacer la tarea de biología con Bárbara, porque de no ser así, aún estaría durmiendo.

—¿Cómo quedo? —me pregunta Barbie, luego de estar pintando la superficie donde haremos luego lo demás.

—Quedo perfecto. Ahora vamos a pegar esta capa de cartón sobre el anime.

En estos momentos nos encontrábamos tiradas en el suelo de mi casa. Mi madre estaba en su habitación y no obstaculizamos el paso de nadie. En el suelo había pinceles, papeles, cuadernos, lápices de colores, marcadores, anime, pinturas, entre tantos.

Bárbara había llegado temprano, aproximadamente a las ocho de la mañana, para realizar la tarea. Ella había traído el anime, al igual que pinceles y pinturas. El resto del material yo lo he colocado, como los marcadores y el cartón.

Tomo mi teléfono un momento para enviarle un mensaje a Roberto y saludarlo, mientras que dejo a Bárbara para que continúe pegando el cartón.

Margo: Buenos días, mi amor. ¿Cómo amaneces? Te extraño.

Le envío el mensaje. Deseaba hablar con él. Son las diez de la mañana y ya había despertado, porque hace un momento se ha conectado en el Whatsapp, pero aun así no me ha escrito ni nada. Quisiera estar en este momento con Roberto, lo extrañaba demasiado.

—Olvídate del teléfono un momento y sigamos —demanda Bárbara, irritada.

—Disculpa, sólo enviaba un mensaje —digo, tomando de nuevo la tijera.

—Como digas, pero quiero acabar esto cuanto antes —responde con repugnancia.

«¡Qué odiosa!», pienso, rodando los ojos.

Continuamos haciendo la actividad en silencio. Ninguna dijo nada durante un extenso periodo de tiempo. Seguramente que mientras estuviéramos enfocada en la asignación y ninguna hablara con la otra, nuestro trabajo rendía más y probablemente nos quedaría tiempo libre, como deseamos.

—Buenos días, chicas. ¿Cómo amanecen? —mi madre se ha despertado y se aproxima a la cocina.

—Buenos días, mami. Estamos bien —respondo, parando un momento la actividad—. Estamos haciendo una tarea para biología.

—Buenos días, señora —interviene Bárbara antes que mi madre continúe hablando.

—Me contenta, chicas. Si necesitan ayuda, me avisan.

—Muchas gracias, madre. ¿Cómo estás tú? —le pregunto cuando ya iba a dar marcha para ir a la cocina.

—Estoy bien, un poco cansada —afirma, bostezando—. Anoche me acosté tarde trabajando.

—Debería de descansar, señora —le sugiere Bárbara, enfocándose en la apariencia de mi madre. Ella se encontraba todavía en pijama, con ojeras y desaliñada. Estaba descuidada.

Fuego entre mis venasWhere stories live. Discover now