Capítulo 4

1K 60 18
                                    

Narra Margo: 

Miércoles, 26 de enero.

El aire matutino enseguida me invade. Siento la temperatura tibia del sol que está entrando por la ventana. Estiro mis brazos antes de levantarme de la cama. Volteo para ver el reloj de mesa, son las 7:12 a.m.

Hoy tengo clases a las nueve de la mañana, así que no tendría motivos para levantarme temprano. Busco mi teléfono para revisarlo antes de irme a dar una ducha, habían dos mensajes sin leer. Uno de los dos capto totalmente mi atención, provenía de un número desconocido.

Desconocido: Buenos días, mi amor. ¿Cómo amaneces?

Decido ignorarlo porque no me gustaba responder a mensajes de números que no tuviera registrado, menos aún que el sujeto no se ha identificado.

Ordeno mi cama y me dirijo al baño. Aún tenía sueño y me provocaba quedarme un rato más en la cama, pero sabía que tenía que llegar temprano hoy a clases porque tenía evaluación a primera hora y el tiempo fluye muy rápido.

Luego de haber ordenado mi habitación y alistarme, tomo mi mochila y bajo para desayunar. La casa estaba en total silencio, mi madre ya no estaba. Ella solía irse a las ocho, pero hoy se ha adelantado. De repente tenía un compromiso por cumplir a tempranas horas.

Preparo mi desayuno a base de pan, mantequilla y jamón. Exprimo una naranja para hacer jugo y, con ello, considero que es más que suficiente.

Ya eran pasadas las ocho y tenía que irme en bicicleta, porque el transporte escolar pasó una hora antes, a las siete. Lleno un termo con agua fría para llevar, así cuando llegue a la escuela, después de tanto pedalear, pueda tomar agua fresca.

Luego de las ocho de la mañana, la ciudad estaba despierta. Se podía visualizar a personas caminando por las aceras, automóviles andando y demás personas hablando o realizando alguna actividad. El sol ya estaba calentando y prometía que iba a ser un día caluroso.

La escuela me quedaba a cinco manzanas, con la bicicleta llegaría a tiempo. Me gustaba andar en bicicleta o caminando, ello me hacía sentir bien y podía conectar con mis alrededores. Me parecía emocionante montarme y andar, o irme caminando, mientras observo a los demás y a sus hogares.

Al llegar a la escuela, dejo la bicicleta ubicada afuera y tomo agua antes de entrar. Mi frente estaba un poco empapada de sudor y decido tomar aire fresco para luego ir al aula que me corresponde.

Hoy tenía clase de inglés a las 9:00 a.m. Tendríamos una evaluación y me sentía preparada. De seguro Roberto me pediría ayuda, porque no es tan bueno con la materia.

Camino deprisa entre los pasillos antes de llegar al aula 69-C. Ahí esperaba Roberto sentado en el segundo puesto del frente, alado de él estaba vacío.

—¿Cómo amaneces? —le digo, acercándome para darle un beso.

—¿Me ayudarás hoy? —me reprime el gesto. Pienso un momento la respuesta mientras me incorporo en el asiento.

—Sí —respondo en un susurro. Él sabía que siempre lo ayudaba, aunque no debería porque ni siquiera tomaba la iniciativa de estudiar.

—Bien —Toma su teléfono y comienza a mandar mensajes, ignorando por completo mi presencia.

No entiendo cómo Roberto me podía hacer sentir un día en las nubes y al otro como la chica más miserable de todas. Un día podía invitarme a salir y tener una cita romántica con él, pero al día siguiente me ignoraba. No entendía por qué era así. Reconozco que el chico era irritante y muchas veces hiriente, pero no podía pensar que él no me amaba. Sabía que si me quería, porque cada vez me pedía perdón y prometía que sería mejor.

Fuego entre mis venasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora