Capítulo 7

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                                                                                                                                                                                         Narra Gustavo: 

Sábado, 22 de febrero.

El dolor de cabeza es inaguantable. Me froto el cabello con disgusto y me muevo entre las sabanas. Ya el sol había comenzado a calentar, había un vapor en mi habitación. No deseaba levantarme aún, más cuando me dolía todo el cuerpo. Quería descansar por muchas horas más y así recuperarme.

No recuerdo cómo termino todo anoche. Lo único que se encuentra almacenado en mi memoria es la imagen de Fabiola, la fiesta en la casa de Matias, una amiga y más nada. Detestaba no lograr recordar, ni siquiera cómo regrese a mi casa.

Ayer, luego de haber salido de la heladería, me vine para mi casa para cambiarme de ropa. Después unos compañeros me vinieron a buscar para ir a una fiesta que estaba planificada desde hace quince días. No pensaba perdérmela, más aún porque me gustaba estar todos los viernes y sábados ocupado.

Llegamos a una casa de dos plantas, sin contar el subterráneo, que estaba abarrotada de jóvenes universitarios y de secundaria. La fiesta era de un chico de último año y su hermano estaba en la universidad, así que le dio la oportunidad para invitar a los mayores.

Había mucha comida y alcohol. La música se escuchaba por todos los alrededores. No recuerdo haberme acostado con una chica anoche, creo que no llegue a hacerlo. Lo único que me acuerdo es que llegue comiéndome unos pasapalos y tomando alcohol, una clase de mezcla indefinible.

Anoche habían muchas chicas universitarias preciosas. Intente acercarme a unas, pero falle; eran esquivas y aisladas, sólo andaban con los suyos. A pesar de lo malo que fue el rechazo, unas se acercaron a donde me encontraba con mis compañeros. Eran cuatros, una de ellas se llamaba María, pero a las demás no las recuerdo. Junto a nosotros estaba Fabiola que habló toda la noche con un chico que conoció.

También vi que andaba Bárbara con unos chicos. Ella llego tarde y se veía pasada de tragos. De repente había bebido antes en otro sitio. Los chicos eran mayores que ella, de repente iban a la universidad. Bárbara sólo conversó con ellos y no paraba de besar a un pelirrojo.

Finalmente, luego de un corto tiempo, se fue con los chicos, mucho más borracha que antes. Seguramente alguno de los chicos se iba a acostar con ella, porque eso caracterizaba a Bárbara; andaba en una fiesta, sólo convivía con hombres, bebía y luego se iba con el que más le interesaba. Por el contrario, Margo casi nunca se veía en fiestas y era una lástima, porque se me haría más fácil saludarla en un encuentro como estos.

Me levanto y muevo ligeramente mi cuello hacia arriba y hacia abajo. Me dolía mucho la cabeza y enseguida me iba a tomar una pastilla para aliviarlo. Tomo la capsula y me voy para el baño, agarro agua del grifo y me la bebo. Luego me lavo los dientes y decido bajar para la cocina y desayunar.

Mi padre se encontraba trabajando en su computador, estaba tan concentrado que no dijo nada cuando pase por su lado. Mi madre se encontraba en la cocina preparando el desayuno, más café y exprimiendo unas naranjas.

—Mi amor, ¿cómo amaneces? —mi madre se aproxima a mí para darme un beso en la mejilla—. Te preparo un desayuno divino.

—Amanezco bien, con dolor de cabeza —me quejo, acercándome hacia la cocina para ver que prepara; carne mechada, bolitas de quesos y arepas fritas. Más allá veo que tiene una clase de salsa preparada.

Fuego entre mis venasWhere stories live. Discover now