Capítulo 6

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Narra Margo: 

Jueves, 13 febrero.

Mi teléfono suena y leo el mensaje que acaba de entrar a mi buzón.

Bárbara: ya voy llegando. Está lista.

Termino de organizar mi mochila y bajo para esperarla en el recibidor.

Cada vez que me llegaba un mensaje me recordaba que en dos oportunidades me los han mandado de manera anónima, de un mismo número. La segunda vez que ocurrió decidí responder para ver si descubría algo de la identidad de la persona, pero no lo logre. Aquella persona afirmaba que yo le encantaba y que no tenía ningún interés de dejarse al descubierto, pero hubo un frase que mencionó, en el último mensaje, que me hizo sospechar de alguien.

Mientras que no termine pesado, no tenía miedo o rechazo hacia que alguien me mandara aquellos mensajes. 

Juego con mi teléfono mientras espero a Bárbara. Era bueno cuando ella se ofrecía a llevarme a clases, aunque era muy raro cuando lo hacía. Bárbara a veces andaba tan distraída que no me llevaba y andábamos por caminos distintos.

Mi madre se estaba preparando en su habitación para irse al trabajo. La vi hace un momento cuando íbamos a desayunar. Se veía cansada y sin ánimos, pero, a pesar de ello, me saludo normal. Había días que me preocupaba en serio; iba retraída, agotada y melancólica, siendo incapaz de darse cuenta de lo que está a su alrededor. No sé qué le sucedía, pero espero comprenderla pronto.

Escucho la bocina del automóvil de Bárbara. Tomo mi mochila y salgo. Como era de costumbre, Bárbara andaba con su música preferida a alto volumen. La baja un poco, mientras sonríe, cuando abro la puerta del copiloto.

—¡Buenos días, mi amor! —me saluda como era de esperar; alegre, con energía y con un toque de su personalidad extrovertida.

—¿Cómo amaneces? —le pregunto, mientras ella le da arranque al automóvil.

—Excelente. Hoy tengo deporte y quiero hacer —asegura, sin dejar de sonreír.

—Entonces es evidente que si te encuentras estupenda —digo, riéndome. Bárbara no era de las chicas que se entusiasmaba por hacer deporte; pero si se encontraba lo suficiente alegre, si estaría dispuesta a hacerlo con energía.

—¿Qué haremos mañana? —me pregunta Barbie.

—No lo sé, no tengo ideas.

Mañana era el día de San Valentín y seguramente Bárbara tenía planes, ya sea asistir a una fiesta o salir con un chico. Por mi parte, no tenía ideas por ahora; Roberto no me ha dicho nada de salir y Bárbara, por los momentos, tampoco. A pesar de todo, no tenía ánimos de salir mañana en la noche. 

—¿Roberto no te ha invitado a algún sitio? —prosigue interrogando Bárbara. 

—Por los momentos no.

—Es un desgraciado. Es capaz que saldrá con una excusa —comenta con una leve risa.

—De repente lo haga más tarde —aseguro, buscando aliviar el sentimiento de malestar que me ocasiona Bárbara con sus comentarios negativos.

—No diré nada al respecto.

Bárbara coloco de nuevo la música en alto volumen y continúo cantando al ritmo Beyoncé. Cuando uno iba en un automóvil para la escuela, el trayecto podía durar entre cinco a diez minutos. No ocurría como en el caso de andar en bicicletas; llegas en el doble de tiempo, sudada y cansada.

Cuando llegamos a la escuela, Bárbara se marcha por un pasillo distinto al mío. Observo como se va, mientras todos la miran al caminar. Ella aparentaba no darse cuenta, a pesar que yo sabía que no era así, moviéndose con espontaneada y sonriendo sin detenerse. Mi amiga es hermosa, con su energía y cuerpo. Era preciosa y todos, e incluso ella, lo sabían.

Fuego entre mis venasWhere stories live. Discover now