45.-Imprevistos en Navidad. P.1

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Capítulo 45, primera parte.

Tres años y medio después...

Sin lugar a dudas hay algo en la vida que trasgrede cualquier lógica, sensatez o mínimo rastro de cordura. El destino es caprichoso y la teoría del caos parecía haber absorbido mi vida sumiéndola en un remolino de total y completo desastre que amenazaba con desbordarme.

Un suspiro irregular escapó de mis labios secos en el instante que el resultado se definió frente a mi ojos.

—Debe ser una broma —alcancé a murmurar cerrando los ojos con fuerza. Lancé una carcajada de humor amargo al aire y dejé que mi cuerpo se resbalase por las baldosas del baño— sin duda. Una broma de especial mal gusto.

Quizás tendría que sentirme aterrada ante semejante situación pero la única emoción que conseguía percibir era un crónico cansancio que me paralizó. El predicto que mantenía sujeto entre los dedos colisionó contra el suelo del baño provocando un insignificante sonido que pareció reactivar, al menos en parte, algunas de mis funciones más esenciales de razonamiento.

Me incorporé despacio, recogiendo los rastros de la prueba y dejando que se reuniese con el resto que se amontonaban en la papelera. Todos y cada una de ellas positivas.

Ya era oficial. Yo, la brillante Alba Siles estaba embarazada a los veinte años de edad.

Una mezcla de sensaciones intensas y contrapuestas tomaron el control de mi maltrecho e invadido organismo, obligándome a aferrarme al lavabo cuando el mundo basculó con brusquedad bajo mis pies.

Un repentino calor escaló desde las profundidades de mi ser y mis pensamientos quedaron sepultados en una densa niebla originada a través del mareo que me sobrevino.

Presioné los labios obligándome a recomponerme cuanto antes, sintiendo como una solitaria lágrima se deslizaba, superando los límites de mis párpados y haciendo un pesaroso recorrido a través de mi mejilla.

—Alba —una voz conocida colapsó las masas de aire, captando mi atención— Abre la puerta.

Me pasé el dorso de la mano por la frente, negando casi imperceptiblemente con la cabeza.

—No —respondí y mi tono se vio desprovisto de cualquier rastro de fuerza— no quiero... no quiero que nadie me vea así.

Escuché como resoplaba al otro lado de la puerta.

—Por favor —probó y la aflicción hizo vibrar sus cuerdas vocales— no quiero que estés sola en un momento así. Yo... oye, eres mi hermana pequeña y debo apoyarte en estos casos, ¡sobretodo si yo los he vivido con anterioridad!

Gruñendo obedecí a su petición, enredando los dedos en el pomo y permitiendo que Marc fuese pleno testigo de mi rostro contorsionado. En sus ojos verdes relució una profunda amabilidad mientras internaba en el reducido espacio, cerrando la puerta tras de sí.

—¿Sabes lo peor? —comencé tomando asiento sobre la taza del váter con una sonrisa compungida— Que era una posibilidad tan remota como que te funda un rayo en la cabeza. Me atrevería a decir que hubiese tenido más papeletas de quedar reducida a cenizas por energía que a quedarme embarazada debido al diminuto margen de error de un preservativo. ¡Y ha de pasarme a mí! Maravilloso —refunfuñé.

Marc se inclinó frente a mí y sus manos acudieron a sostenerme el rostro, deshaciéndose del rastro de lágrimas que una vez liberadas no habían dejado de fluir en mis mejillas.

—No pienso preguntarte que piensas hacer —pronunció con suavidad— porque sospecho que tanto tú como yo sabemos la respuesta. Pero no puedo evitar... es decir, necesito saber si... él...

¡Maldito Karma! [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora