43-Cállate.

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#FelizAñoPrimores.

#EmpezarConBuenKarma.

La escena era curiosa al extremo. Enfermeros y pacientes paseaban en un segundo plano por la amplia sala de espera, ignorando el rostro congestionado y rojo de la muchacha que rechinaba los dientes y pulverizaba los dedos de mi hermano con un desesperado apretón.

Marc Siles parecía encontrarse en otra galaxia muy distinta, como si en su mente, el hecho de convertirse en padre inminentemente hubiese provocado una especie de cortocircuito.

Suspirando me dejé caer en el asiento que se situaba a su lado y deslicé la mano hasta cubrir la suya, con delicadeza.

—Todo saldrá bien —repuse, con seguridad, ante la incómoda quietud— ya lo veréis. Vais a ser unos padres excelentes. Siendo realistas —escondí una sonrisa— si Amanda García y Manuel Siles fueron capaces de criar tres niños, ¡no puede ser tan difícil!

 Siendo realistas —escondí una sonrisa— si Amanda García y Manuel Siles fueron capaces de criar tres niños, ¡no puede ser tan difícil!

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Marc rió ante mi comentario y me lanzó una mirada de agradecimiento.

—Gracias por estar aquí —murmuró antes de volverse a su recién estrenada esposa— ¿cómo te encuentras, Mackenzie?

La rubia apretó los labios antes de decidirse a contestar.

—He estado mejor —masculló.

Tan siquiera quería recurrir a mis conocimientos acerca del parto en los mamíferos en aquellos instantes.

—Iré a ver que ocurre y el porqué seguimos en esta apestosa sala —pronuncié incorporándome.

Esquivando a un par de personas me planté frente al mostrador donde una cansada mujer de piel acaramelada se limpiaba las uñas. Carraspeé para captar su atención que recayó en mi persona.

—Disculpe pero mi cuñada está ahí sentada, desastrosamente, en una silla de ruedas regurgitando líquido amniótico y dilatando, ¿sabe usted el motivo por el cuál no le es asignada una habitación como corresponde?

La mujer parpadeó ante mí, como si acabase de reconectar con el mundo.

—Seguro que la llamarán enseguida —fue toda su respuesta.

Rechiné los dientes, trazando una sonrisa de lo más desagradable.

—Puede ser —concedí— pero no es la respuesta que esperaba. Necesita esa maldita habitación.

—Lamento no poder ayudarla.

Empezaba a sentir como mi propio ojo se convulsionaba ante los nervios. Aspiré, trabajosamente y tratando de mantenerme calmada, serena y políticamente correcta, volví dirigirme a aquella enfermera.

—¿Lamenta no poder ayudarme?¿O no quiere ayudarme? Hemos rellenado el maldito formulario hace una hora. No se si usted es madre, pero comprenderá que el parto no es un procedimiento que podamos designar como indoloro como para sufrir las contracciones mientras la vagina se expande, en una sala de espera. Lo mínimo y decente sería tener algo más de intimidad en una habitación donde pueda hacer cualquier cosa para aliviar la presión. ¿Sabía que es recomendable andar para que sea la propia cabeza del bebé en contacto con el suelo pélvico quién acelere el proceso? ¡No le estoy pidiendo un corazón de contrabando!¡Sólo una maldita habitación!

¡Maldito Karma! [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora