6.- Última (¡sorpresa!) descartada.

7.6K 649 72
                                    

Capítulo 6: Últimasorpresa!) descartada.

Hugo Apellido Desconocido era el tipo de chico que volvería loco a tu padre.

Fue mi segundo novio, durante mi época "rebelde."Salí con él cuando tenía dieciséis años y me pareció divertido sacar a mis padres de sus casillas escapándome por la ventana y yendo a los peores garitos acompañada de un chico con muchas papeletas para ser un delincuente reincidente.

Fue una época oscura, donde usaba medias oscuras y me ponía cantidades ingentes de maquillaje en los ojos. Y como tal, me pareció que Hugo era el más indicado.

Datos: veinte años (en la actualidad), chaqueta de cuero, mecánico, no se había graduado, fumaba como un carretero. Relación: diecinueve días. Datos relevantes: en nuestro undécimo día de relación me llevó a una discoteca (después de que abandonase mi casa escabulléndome por la ventana) y terminé tan bebida que, si no hubiese vomitado sobre él , ahora no sería David el que me desvirgó. Después de una resaca monumental y dos arañazos en la espalda decidí no volver a ingerir una gota de alcohol y comencé a alejarme de Hugo hasta que terminamos rompiendo.

Sí, que podía estar muy bueno y tener pinta de quemar las iglesias, pero sin un poco de seso terminó siendo de lo más tedioso.

Me terminé de calzar los patines y me incorporé con rapidez.

—¿En serio vas a ir?

Puse los ojos en blanco, fastidiada.

—Sí, esperame en mi casa. Si no llego en cinco horas... En fin —le guiñé un ojo de forma sugerente.

—¡Alba!

Me reí y comencé a deslizarme por las aceras abarrotadas. A pesar de nuestra breve relación daba por sentado donde encontrar el siguiente sujeto. De hecho, había dos únicas posibilidades.

Porque con su historial no dudaba que seguiría trabajando en el taller de su tío.

Flexioné las rodillas y me impulsé con más fuerza, saltando los baches y esquivando a los viandantes. No estaba relativamente lejos, y me vendría bien aclararme las ideas.

Patinar era lo que me permitía, al menos durante dos segundos, dejar de pensar en todo. Me habría caído medio centenar de veces, de hecho, cuando tenía doce años, tenía las piernas más feas que os podéis imaginar (repletas de heridas, arañazos, moretones).

Cinco años después podría decirse que era una experta sobre ruedas.

Viré bruscamente y enfilé la calle que desembocaba en el polígono industrial donde se encontraba el oxidado taller.

Las ruedas de los patines irrumpieron en el cemento de la sala cuando interné en él. Echando vistazos a ambos lados localicé una espalda familiar. El mono azul se ajustaba a la curvas de unos omóplatos que yo misma había recorrido con los dedos. Satisfecha comencé a deslizarme hacia él.

Blandiendo una herramienta de la cual desconocía su utilidad se giró sobresaltado cuando le rocé el hombro. Enarqué las cejas sonriendo burlona.

—Hola.

Parpadeó un par de veces.

—¿Alba?

—La misma que viste y calza —respondí con sorna y le golpeteé la nariz —¿cómo estás Hugo?

A sabiendas que era mi última opción debía emplearme a fondo.

El chico se limpió las manos manchadas de grasa de motor en un paño empapada de la misma y ladeó la cabeza, como si no terminase de creer mi presencia en aquel lugar.

¡Maldito Karma! [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora