30-La Navaja de Ockham.

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Capítulo 30. La Navaja de Ockham.

Me quedé callada.

Quizás callada no sea el mejor adjetivo para describir el estado de pasmo y confusión en el que me vi sumida. Abrí inútilmente los labios, para volver a sellarlos sin ser capaz de articular una palabra con sentido. Me había quedado noqueada ante semejante... declaración.

Por primera vez en mi vida no supe como afrontar una situación.

Estaba perdida en una farragosa situación de la cual no podía huir con mis típicos comentarios sarcásticos.

Un revoltijo de emociones afloraron en mi vientre. Todas a la vez. En un violento remolino que me impedía discernir cómo rayos me sentía ante aquello.

Era una mezcla tan contradictoria y complicada que me dejó inservible, solo siendo capaz de clavar la mirada en los ojos azulados de Hunter que después de soltar la joya se había quedado mudo.

Su respiración agitada me golpeaba directamente contra las mejillas y podía apreciar el martilleo de su corazón a través de la fina camiseta que llevaba.

¿Y ahora qué?

Era una pregunta tan absurda como perturbada y crucial.

Y entonces sucedió.

Lo vi a una pseudo cámara lenta.

Pude ver como toda la vulnerabilidad que Hunter había desplegado ante la situación se retraía nuevamente. Su mirada se tornó difusa y se incorporó con lentitud sin despegar sus lacerantes ojos de mí.

Antes de que pudiera levantarme sacudió la cabeza en silencio y dándome la espalda salió de los baños.

Debo admitir que aún necesité un par de segundos para terminar de digerirlo todo e imitar su acto. Me puse en pie, tambaleándome, aún mareada por el alcohol y el golpe en la mejilla palpitante.

Tanteé la zona componiendo una terrible mueca de dolor cuando mis dedos hicieron contacto. El latigazo fue un incentivo que me hizo recordar que debía mantener la compostura.

Presioné los labios, y corrí lo mejor que supe, saliendo del baño y empujando a un par de chicas que parecían muchos más ebrias que yo. A una de ellas se le derramó el contenido del vaso sobre el desastroso ya de por sí de lentejuelas naranjas y amarillas (¿qué clase de persona se pone un top semejante para una fiesta?). Soltó una exclamación ahogada que probablemente fue acompañada por un estridente y barato insulto que no me paré a escuchar.

Salté los escalones que desembocan a la puerta inicial e inicié mi denigrante carrera para seguir al hormonada de mi vecino.

Y así llegamos a mi desastrosa situación de viernes en la madrugada.

Sin nada mejor que hacer que perseguir al tarado del estadounidense después de una situación tan surrealista como embarazosa que aún no sabía qué significaba para mí.

Pararme a analizar mis sentimientos nunca había sido una tarea de mi agrado.

Estaba contrariada, eso sin duda. Y terriblemente confusa.

Pero no podía decir que me molestara del todo.

Era... extraño.

Y aunque me gustaría saber en que postura tendría que volver a hacerle frente a Hunter, estaba más preocupada de lo que podría pasar por su mente minada.

La silueta de su espalda estaba en mi campo de visión y si me esforzaba un poco más, motivando a mi cansado aparato motriz sería capaz de alcanzarlo.

¡Maldito Karma! [✓]Where stories live. Discover now