— Te voy a demostrar que yo puedo estar cerca de ti sin que terminemos entre sábanas — dije seguro atrayéndola a mí por la cintura y ella sonrió de medió lado.

— ¿Tendrás la fuerza de voluntad para cumplirlo? — pregunto achicando sus preciosos ojos azules que siempre me intrigaban—. ¿Apostamos a un mes? — sugerí dándole un suave beso en los labios con diversión y ella envolvió sus manos alrededor de mi cuello. ¿Por qué estoy haciendo esto y más arriesgándome a un mes sin sexo? ¡Un mes!

— Me parece perfecto — respondió sonriendo y metiendo sus dedos entre mi pelo para luego besarme apasionadamente por fin. Continuamos besándonos y acaricie su espalda por encima de la tela mientras sentía unas descargas recorrer mi cuerpo de manera desenfrenada.

Cuando nos separamos me dio por mirar fuera de la oficina y la mayoría de las empleadas que trabajaban en esta aérea miraban sorprendidas la escena. Yo solo pude cerrar las cortinas sin importarme lo que los demás piensen.

— Ve a buscar tú chaqueta para irnos almorzar — dije dándole una palmada en el trasero y ella se quejó para luego salir con una sonrisa plasmada en sus labios.

¿Qué diablos le tiene que importa a los demás lo que yo haga con mi asistente? Tomé mi chaqueta y mi móvil para salir de mi oficina directo al escritorio de la rubia.

— Encárgate de todas mis llamadas — dije mirando muy serio a la pelirroja que miraba la escena furiosa. Eso es lo que le toca por meterse a mi oficina desnuda y traerme problemas con Ashley.

— William ése no es mi trabajo —respondió entre dientes con una fingida sonrisa y yo dejé a Ashley terminar de organizar su escritorio para acercarme a zancadas a Milena—. Aquí haces lo que se te ordena y sin quejas. Según fuiste tan zorra de desnudarte en mi oficina también puedes servir de utilidad para responder mis llamadas — ordene mirándola seriamente y ella asintió a regañadientes.

Entramos al ascensor uno al lado del otro, pero la acerque más a mi tomándola de la cintura. Cuando caminamos para la salida del edificio los empleados nos observaban curiosos, me imagino que tratando de averiguar qué pasaba entre la asistente y yo, pero yo ni sabía que sucedía tal vez éramos amigos. Hasta me sorprendo de decir amigos si la única amiga que tengo es Lorena y ya casi ni la veo.

— ¿A qué restaurante deseas ir? — Pregunto ya dentro del auto y ella encendió la calefacción—. No me digas que para almorzar tú vas a un restaurante de lujo. Porque yo no quiero ir a un restaurante. A mí me apetece comer hot dog con todo — dijo saboreándose sus labios y ésa acción juro que la vi en cámara lenta.

— ¿Hot dog de almuerzo? Eso no nos cabe ni en una muela — dije con el ceño fruncido y ella puso los ojos en blanco.

— Porque no lo has comido como yo. No sabes lo que es un buen hot dog con carne molida, repollo, queso derretido, mostaza y para culminar papitas. No sé cómo puedes decir que no llena. Así que llévame a comer hot dog porque no respondo —se cruzo de brazos en su asiento y no pude evitar dejar salir una sonora carcajada. En mi vida había visto una mujer pelear por comer algo tan simple cuando con las demás mujeres que había compartido me pedían un restaurante lujoso para sacarme el jugo.

No sabía donde conseguir un establecimiento cerca donde vendiera hot dog así que fui al centro comercial donde podía encontrar todo tipo de comida rápida. Cuando pasaba con ella a mi lado algunos hombres volteaban a mirarla y eso me ponía furioso de una manera exagerada. ¿Por qué me pongo así si tan siquiera es mi novia? ¿Para qué quiero una novia? Para que me haga lo que Kayla me hizo. La muy desgraciada estuvo conmigo dos largos años demostrándome ser la mujer perfecta para luego desaparecer con una gran suma de mi cuenta bancaria y sin dar la cara.

— Esta bien tuviste razón, pero admite que pareces una cerda comiendo — dije tomando una servilleta y limpiando la comisura sus labios que estaba llena de mostaza.

— ¿Cerda, yo? ¿Acaso no me has visto bien? — pregunto con una sonrisa divertida y yo la miré directo a los ojos con unas ganas tremendas de volver a besarla, pero me contuve. ¿Cómo me pregunta si no la he visto bien? ¡Claro que la he visto bien! Ella es la mujer más hermosa con la que me he relacionado. La mayoría del tiempo no puedo dejar de mirarla y ella me pregunta eso.

— Sí, te he visto muy bien, Ashley. Eres una mujer preciosa — respondí a lo que ella se sonrojo un poco. Hasta con sus mejillas sonrosadas lucía adorable.

— Pero bueno, William. Ya tú conociste a mi familia y te pudiste dar cuenta que mi madre murió así que me cuentas de la tuya — sorbió su refresco y me miró con las manos puestas bajo su barbilla esperando mi respuesta.

— ¿Tú madre murió?— pregunté sorprendido. Yo creía que se habían divorciado.

— Sí, murió en el parto, pero no me evadas el tema y cuéntame — dijo frunciendo los labios que tenía pintados de rosa. Solté un suspiro para luego responder—. Bueno a mi madre y hermana la conociste aquél día en el restaurante. Ellas dos son mi vida y las defendería a capa y espada si alguien se atreve a dañarlas. Mi vida ha sido muy fácil, he tenido todo desde pequeño y nunca me ha hecho falta nada — dije recordando la manera en que mi madre nos saco adelante sin la ayuda de nadie.

— Eso es muy bonito protegerlas de ésa manera, pero ¿Qué me dices de tú padre? — pregunto con una pequeña sonrisa y me tense.

— No deseó ni pienso hablar de él. Vámonos que ya se hizo tarde — dije tajantemente y saqué dinero de la billetera para luego dejarlo en la mesa. De ése desgraciado no quiero saber nada ni me interesa. Él nos abandono y luego de unos años vino a buscarnos, pero ni siquiera le permití acercarse a mí.

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La fuerza del destino (DISPONIBLE EN AMAZON KINDLE)Where stories live. Discover now