Ares siempre cumple con su palabra. Conoció a Dafne cuando era un niño. Se crió con ella. Hasta que su padre los separó.
Años más tarde, él volvió para convertirse en el nuevo Presidente del club.
Y le hizo una promesa.
Promesa que ambos no pueden...
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ACTUALIDAD
Mi respiración se traba cuando Tyler la alza, besa su mejilla y mira con una sonrisa triunfante en dirección a Ares. Lo está desafiando. Lo está volviendo a hacer. ¿Qué hace él aquí? ¿Nuevo miembro? ¿Ares ha admitido a Tyler de nuevo?
Todos mis sentidos están en alerta. Mis ojos puestos en una feliz Narella que abraza con entusiasmo a Tyler, el mismo hombre que ha sido mi tortura por años y la figura paterna para ella.
El club está en completo silencio a excepción de la música que sigue sonando de fondo. Todos mantienen su atención sobre su Prez, pendientes de Tyler y esperando una reacción por parte del padre de mi hija.
Él sólo toma una respiración honda, bebe de su cerveza y me toma entre sus brazos sin dar explicación alguna. Dejo escapar un grito, mientras se adentra por el pasillo hacia las habitaciones y abre una al azar.
Pero sé que no ha escogido una de ese modo cuando caigo en su cama. Se cierne sobre mí, separa mis piernas y ata mis manos con las suyas a cada lado de mi rostro.
—¿Le has dicho a ese hijo de puta que mi hija era suya? ¡¿Con qué derecho?! ¡Contéstame!
—¡Con ninguno! —grito de vuelta—. Pero si íbamos a estar con él, ¿qué figura iba a formar él en la vida de mi hija? ¡Necesitaba una figura paterna!
—¡Nuestra hija! —escupe las palabras antes de continuar—: Ese derecho es mío, Dafne. ¡Mío! Yo seré la única figura paterna en su vida. Debería haberlo sido siempre, ¡y no deberías haber huido! Erais mías. Íbamos a casarnos, te iba a dar el puto mundo si lo pedías. ¿Por qué me hiciste esto?
Esta vez me libera, sentándose en el filo de la cama y aprovecho para alejarme de él. Está más que enfadado, furioso. Con razón. Me sorprende tomando mi tobillo, alzando mi vestido, colocando mis bragas a un lado y besando mi clítoris. Arqueo mi espalda ante la repentina y sorpresiva invasión, agarra mis caderas y tira de mí hacia él.
Chupa, lame y muerde a su gusto. Y no me quejo. No he disfrutado del sexo desde que mi hija nació. Tyler me obligaba a estar con él. Era repulsivo y asqueroso compartir acto tan placentero con él, por sus acciones.
Solía ser posesivo, atando mis manos con cuerdas y asegurándose que no fuera a escapar. Sabía que, en lo más profundo de su ser, había un rastro de BDSM.
Fui abusada sexualmente por años por el ser más miserable que he tenido el valor de conocer. Pero con Ares es completamente distinto. Mi cuerpo responde a él, a sus caricias y sus besos.
Con un brazo rodea mi muslo, detiene mi cuerpo a su merced mientras que su otra extremidad sube más el vestido hasta que mi piel queda expuesta. Mis pechos quedan al desnudo, excitados y la punta de mis pezones apuntando hacia él. Pierdo el control cuando un dedo entra en mí a la vez que chupa.
