Ares siempre cumple con su palabra. Conoció a Dafne cuando era un niño. Se crió con ella. Hasta que su padre los separó.
Años más tarde, él volvió para convertirse en el nuevo Presidente del club.
Y le hizo una promesa.
Promesa que ambos no pueden...
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4 .DIOS, NO DE NUEVO
La vida en el club no es como te la imaginas. Algunas mañanas te levantas y apenas hay nadie, excepto los Culos Dulces limpiando y gimiendo en diferentes zonas. Por eso me sorprendo cuando abandono mi habitación tras tres días bajo tratamiento por el doctor del club, y está todo el mundo en la casa.
¿Qué está pasando?
Frunzo el ceño, suelto mi cabello, lo alboroto un poco y lo vuelvo a atar en un moño improvisado. Las mujeres van de un lado para otro, los hombres siguen las instrucciones de la madre de Ares y estoy muy sorprendida de que todo esté en movimiento. Estoy segura que están haciendo todo esto para una fiesta, pero ¿qué celebran?
—¡Querida! —vocifera la madre de Ares, o más bien madrastra, que sonríe antes de abrazarme—. Es un honor estar organizando todo esto. ¿Estás nerviosa?
—¿Nerviosa? —frunzo el ceño, ella asiente—. ¿Por qué debería estarlo?
La sonrisa que adornaba su rostro se funde en un gesto oscuro, la sangre sube a sus mejillas y juro que va a matar a alguien. Sonríe forzosa hasta que desaparece por el pasillo hacia las habitaciones, gritando no sé qué y cuántos cuellos va a cortar.
Me encojo de hombros, doy dos pasos y de nuevo está el mismo tipo que lleva cuidando de mí durante esta semana.
—¿Otra vez tú? —me quejo, pero él sólo sonríe—. Si sonríes así te pegaré una patada en la polla que te acordarás de mí para el resto de tu vida.
—Vaya una fiera que eres.
Varios hermanos que escuchan la conversación ríen, pero les fulmino con la mirada y callan al momento. El movimiento no cesa, y no me queda de otra más que preguntarle a este hermano -del que no sé su nombre todavía, qué está ocurriendo. Pero el ruido de los pasos apresurados de mi pequeña corriendo hacia mí, me sorprende.
¿Qué se supone que hace despierta?
Llega hasta mí, con lágrimas en los ojos y todo mi ser se contrae, preocupada. Rápidamente deseo calmar cualquiera que sea su tormenta. Se abraza a mis piernas, grita mi nombre y mi corazón grita que calme su dolor.
—¿Qué ocurre, mi vida?
—Ella —señala a una Culo Dulce que sale de una habitación, ella sonríe pero se le esfuma cuando me ve observándola—, ella dijo cosas malas de mí. Me tocó, mamá. ¡Yo no quería! Tiró de mi cabello y me dijo cosas muy malas.
He tenido suficiente.
Mi paciencia terminó.
Beso la cabeza de mi hija, se la entrego al hermano que me guardia y camino hacia ella. Su rostro palidece.
