Vernacco y Bourlor

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De

Tavi Dromio 


Hallgerd entró en El jamón del rey aquella tarde de Loredas con su rostro teñido de tristeza. Mientras pedía una jarra de greef, sus compañeros Garaz y Xiomara se unieron a él con una preocupación moderadamente sincera.

"¿Qué te pasa, Hallgerd?", preguntó Xiomara. "Llegas más tarde de lo habitual y parece que te haya sucedido alguna tragedia. ¿Has perdido dinero, o a alguien muy cercano y querido?"

"No he perdido dinero", respondió Hallgerd con una mueca. "Pero he recibido un mensaje de mi sobrino en el que me comunicaba que mi primo Allioch ha muerto. Dice que es algo natural, porque era muy mayor. Allioch tenía diez años menos que yo".

"Vaya, es terrible. Aunque eso demuestra lo importante que es disfrutar de todas las oportunidades que nos brinda la vida, porque no sabes cuándo llegará tu momento", dijo Garaz, que había permanecido sentado en el mismo taburete de la esquina del ahumado bar durante las últimas horas. No era una persona consciente de sus defectos.

"De acuerdo, la vida es corta", afirmó Xiomara, "pero si me perdonáis un pensamiento sentimental, pocos de nosotros somos conscientes de la influencia que tendremos tras nuestra muerte. Quizá podamos consolarnos con eso. Por ejemplo, ¿os he contado la historia de Vernacco y Bourlor?"

"Creo que no", dijo Hallgerd.

"Vernacco era un daedra", dijo Xiomara mientras echaba unas gotas de flin a la chimenea para crear un ambiente propicio, "y, pese a que esta historia tuvo lugar hace muchos, muchos años, he de decir que todavía sigue siéndolo. Al fin y al cabo, ¿qué es el tiempo para los inmortales daedra?"

"En realidad", comentó Garaz interrumpiéndola, "creo que el concepto de inmortalidad..."

"Estoy tratando de ofrecerle a nuestro amigo una historia inspiradora ahora que la necesita", gruñó Xiomara, "y no dispongo de toda la maldita noche para contarla, si no te importa".

"No habréis oído hablar de Vernacco", continuó Xiomara, dejando a un lado el tema de la inmortalidad por el momento, "porque, incluso en la cúspide de su fama y su poder, se pensaba que no llegaba al nivel deseado en esos días. Está claro que esta falta de respeto lo enfurecía, y su reacción fue la típica de un daedra menor. Se puso a asesinar como un loco.

Enseguida se corrió la voz por todas las aldeas del oeste coloviano. Familias enteras habían sido masacradas, castillos destruidos y huertos y campos incendiados y malditos para que nunca volviera a crecer nada en ellos.

Para desgracia de los lugareños, las cosas empeoraron, ya que Vernacco comenzó a recibir visitas de una antigua rival proveniente de Oblivion. Era una seductora daedra llamada Horavatha que disfrutaba provocándolo para ver hasta qué punto podía enfadarlo.

"¿Crees que inundar una aldea es algo impresionante?", comentaba con desprecio.

"Intenta hundir un continente y puede que atraigas un poco la atención".

Vernacco podía enfadarse mucho. No consiguió hundir el continente de Tamriel, pero no porque no lo intentara.

Era necesario que algún héroe se enfrentara al loco daedra y, afortunadamente, había uno disponible. Se llamaba Bourlor, y se decía que la diosa Kynareth lo había bendecido. Esa era la única explicación para su precisión inhumana con el arco y las flechas, ya que siempre daba en el blanco. Cuando era niño, traía por el camino de la amargura a sus frustrados tutores de tiro con arco. Le enseñaban a colocar los pies, a colocar la flecha, el agarre correcto de la cuerda y el mejor método para soltarla. Él ignoraba todas las normas y, de alguna forma, la flecha siempre cogía una ráfaga de viento y volaba hasta dar directamente en su objetivo. No importaba que el blanco estuviera en movimiento o parado, a corta distancia o a varios kilómetros. Lo que quisiera atravesar con su flecha, lo acababa atravesado. Bourlor respondió a la llamada del alcalde de una de las ciudades cuando este le pidió ayuda. Desgraciadamente, no era tan buen jinete como arquero. Mientras cabalgaba por el bosque hacia la ciudad del alcalde, un lugar llamado Evensacon, Vernacco ya estaba asesinando a toda la población. Horavatha lo observaba mientras trataba de reprimir un bostezo.

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONWhere stories live. Discover now