Incidente en Necrom

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Incidente en Necrom

de

Jonquilla Bothe


La situación sencillamente es esta", dijo Phlaxith, con su rostro tan cincelado y decidido como si se tratara de una estatua. "Todo el mundo sabe que el cementerio occidental de la ciudad está encantado por unos seres malévolos desde hace muchos años. La gente ha acabado por aceptarlo. Entierran a sus muertos por el día y se van antes de que salgan Masser y Secunda y aparezca el mal. Las únicas víctimas que caen presa de los demonios son los estúpidos y los extranjeros".

"Entonces, parece una solución natural para librarse de los indeseables", rió Nitrah, una mujer alta de mediana edad, de mirada fría y finos labios. "¿Y dónde está el oro con el que nos recompensarán por salvarlos?"

"En el templo. Han vuelto a abrir un nuevo monasterio cerca del cementerio y necesitan limpiar el terreno de demonios. Ofrecen una fortuna, así que acepté el encargo advirtiéndoles de que traería a mi propio equipo, con el que compartiría la recompensa. Por eso os he buscado a cada uno. Por lo que he oído, no hay mejor espadachín que tú en Morrowind, Nitrah".

Nitrah sonrió de forma desagradable.

"Y tú, Osmic, eres un ladrón de renombre, al que nunca han encarcelado".

El joven calvo tartamudeó como si fuera a rechazar la acusación, antes de sonreír abiertamente y añadir: "Yo te haré entrar donde quieras. Sin embargo, a partir de ahí depende de ti. Yo no soy un combatiente".

"Cuando ni Nitrah ni yo podamos encargarnos de algo, estoy seguro de que Massitha demostrará su temple", dijo Phlaxith volviéndose hacia el cuarto miembro del grupo. "Goza de unas referencias excelentes como hechicera de gran poder y habilidad".

Massitha era la imagen de la inocencia con su cara redonda y sus grandes ojos. Nitrah y Osmic la miraron con desconfianza, especialmente al ver su expresión de miedo mientras Phlaxith describía la naturaleza de las criaturas que rondaban el cementerio. Obviamente, nunca antes se había tenido que enfrentar a ningún adversario que no fuera un hombre o un elfo. Si sobrevivía, pensaron para sí mismos, sería algo bastante sorprendente.

Mientras los cuatro avanzaban con dificultad hacia el campo santo al anochecer, aprovecharon la oportunidad de interrogar a su nueva compañera.

"Los vampiros son criaturas asquerosas", dijo Nitrah, "portadoras de enfermedades, ¿sabes? Dicen que por el oeste han transmitido indiscriminadamente, junto con su maldición, numerosas afecciones. Aquí no han llegado a ese extremo, pero pese a todo es mejor no dejar sus heridas sin curar. Doy por sentado que sabrás algún hechizo de restauración por si nos muerden a alguno de nosotros".

"Sé algo sobre restauración, pero no soy curandera", dijo Massitha tranquilamente.

"¿Eres más bien una maga de batalla?", le preguntó Osmic.

"Puedo provocar algún daño si estoy muy cerca, pero tampoco soy demasiado buena en eso. Soy más bien, técnicamente, una ilusionista".

Nitrah y Osmic se miraron claramente preocupados al llegar a las puertas del cementerio. Había sombras que se movían, espectros perdidos entre las ruinas y los restos, caminos desmoronados al final de senderos destruidos. No era un lugar laberíntico; podía ser un cementerio deteriorado cualquiera, pero incluso sin mirar a las lápidas, había algo que llamaba la atención. Ocupando el horizonte, se encontraba el mausoleo de un oficial cyrodílico menor de la Segunda Era ligeramente exótico, aunque pese a todo armonizaba con las tumbas dunmer, de un estilo elogioso ya en decadencia.

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONWhere stories live. Discover now