Los hijos de los cerdos

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Tyston Bane


Nadie, ni siquiera los elfos oscuros más ancianos del monte Dagoth-Ur o el mismísimo anciano sabio de Soledad, pueden recordar la época en la que los orcos no desbastaran nuestra hermosa Tamriel. Cualquiera que fuera el nauseabundo y pestilente daedra de Oblivion que les conjurara, difícilmente hubiera podido crear una amenaza más constante para el bienestar de las razas civilizadas de Tamriel que los repugnantes orcos.

Por suerte, los orcos se distinguen fácilmente de los demás humanoides por su estatura (su altura suele alcanzar los cuarenta pertans y su peso es de quince mil angaids), sus brutales rasgos similares a los de un cerdo y su hedor. Son principalmente agresivos, moralmente grotescos, intelectualmente estúpidos y sucios. En justicia, las razas civilizadas de Tamriel deberían haber podido eliminarlos de su territorio hace mucho tiempo, pero su ferocidad, su astucia animal y su curiosa lealtad tribal lo han hecho imposible.

Los relatos acerca de la barbarie de los orcos han precedido incluso a los documentos escritos. Cuando Jastyaga escribió que la Orden de Diagna se unió a los ejércitos de Salto de la Daga y Centinela "para contener a los malvados orcos en su infecto refugio de Orsinium... y quemarlos a todos en la llama purificadora" en el año 950 de la Primera Era, asumió que cualquier lector estaría al tanto del salvajismo de los orcos. El asedio duró treinta años y terminó con la muerte de varios héroes, incluido Gaiden Shinji, y la destrucción de Orsinium, lo que dispersó a los orcos supervivientes a lo largo de las montañas de Wrothgaria. Tras este episodio, escribió: "Los pueblos libres se regocijaron de que su tan antiguo enemigo caído se dispersara hacia diversos lugares". Obviamente, los orcos habían estado aterrorizando la región de la bahía de Iliac, al menos, desde los inicios de la Primera Era.

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONWhere stories live. Discover now