Cuento del Maestro Zoaraym

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Por

Gi'Nanth


El Templo de la danza de las dos lunas en Torval ha sido durante muchos años el mejor lugar de todo Tamriel para que se entrenaran los guerreros que luchan con piernas y puños. Los maestros enseñan a estudiantes de diversas edades provenientes de todos los lugares del imperio las técnicas más antiguas y las variaciones más novedosas, y muchos de los antiguos alumnos se han licenciado para alcanzar después la fama. Yo mismo entrené allí. Cuando era niño, recuerdo que le pregunté a mi primer maestro, Zoaraym, cuál pensaba que era el antiguo alumno que había aprendido mejor las lecciones del templo.

"Yo no era profesor cuando conocí a aquel hombre, sino estudiante", dijo sonriendo al recordarlo y su gran rostro arrugado se pareció más aún al fruto emblanquecido del árbol de la pimienta racemosa. "Fue hace mucho tiempo, antes de que tus padres hubieran nacido. Me había estado entrenando durante bastantes años en el templo, donde mejoré hasta llegar a asistir a las clases más difíciles y exigentes dadas por los maestros más sabios y eruditos en la Danza de las dos lunas."

"Gi'Nanth, llegarás a aprender que para templar tu cuerpo debes templar tu mente y que existe un orden obligatorio de entrenamiento que hemos desarrollado a lo largo de los años aquí en el templo según el método del Riddle'Thar. Yo había alcanzado el más alto nivel, en el que el poder y la habilidad eran tales que ni siquiera sirviéndose de medios mágicos y sobrenaturales llegarían a vencerme en un combate cuerpo a cuerpo.

"En aquella época, había un sirviente en el templo, un dunmer algo mayor que yo y que mis compañeros de clase. Nunca reparamos en él a lo largo de los años, ya que entraba silenciosamente en las salas de entrenamiento, donde limpiaba durante unos minutos para luego salir sin decir palabra. Sin embargo, no le habríamos oído aunque hubiera hablado, ya que estábamos totalmente sumergidos en nuestros ejercicios y lecciones."

"Cuando nuestro último maestro nos comunicó, a mí incluido, que había llegado el momento de abandonar el Templo o de convertirnos en profesores, se celebró un gran festival. El propio Melena se dignó a visitarnos para asistir a nuestra ceremonia. Como éramos y seguimos siendo un templo de filosofía y combate, se celebraron concursos de debate y competiciones en la arena de batalla del Templo, que no estaban pensados sólo para una pequeña élite, sino abiertos a todos los estudiantes."

"Durante el primer día del festival, estaba examinando la lista de gladiadores para ver con quién lucharía primero, cuando escuché una conversación detrás de mí: un sirviente estaba hablando con el archisacerdote del templo. Era la primera vez que oía la voz del dunmer y la primera ocasión en la que escuché su nombre."

"Entiendo que desees unirte a la lucha de nuestro pueblo en Morrowind, Taren", estaba diciendo el archisacerdote. "Siento escuchar tus palabras. Has sido una institución aquí durante muchos, muchos años y te vamos a echar de menos. Si hay algo que pueda hacer por ti, por favor, dímelo."

"Gracias por su amabilidad", respondió el dunmer. "Tengo una petición, pero me temo que se resistirá a concedérmela. Desde que entré por primera vez en el templo, he visto cómo los estudiantes aprendían y me he permitido practicar cuando mis deberes me lo permitían. Sé que aquí no soy más que un sirviente, pero para mí sería un honor que me permitierais competir en la arena de batalla."

"Yo me contuve para no gritar ante la impertinencia del elfo de llegar a sugerir que era digno de luchar con aquellos que nos habíamos entrenado tan dur

amente. Para mi sorpresa, el archisacerdote le dio su aprobación, añadiendo el nombre de Taren Omathan a la lista entre los principiantes. Estaba ansioso por contar la noticia a mis compañeros, la élite de estudiantes, pero mi primer combate estaba programado para unos pocos minutos después.

"Luché contra dieciocho competidores uno detrás de otro, y los vencí a todos. La multitud que se encontraba en la arena reconocía mi destreza y me aplaudía educada y previsiblemente cuando finalizaba cada lucha. Pese a que estaba muy concentrado en mis combates, no dejé de notar que otros competidores recibían cada vez más atención en la arena. Los espectadores murmuraban entre ellos y varios se retiraron para ver algo que obviamente era más espectacular y poco común que mi imbatible serie de victorias."

"Una de las lecciones más importantes que enseñamos de la Danza de las dos lunas es la de olvidar la vanidad propia. Fue entonces cuando comprendí la importancia de conseguir la sincronía personal entre el cuerpo y la mente, lo esencial de desestimar las influencias externas de menor importancia, aunque he de admitir que aquella lección no había llegado a mi corazón. Sabía que era bueno, pero mi orgullo estaba herido."

"Y llegó el combate final en el que yo era uno de los dos competidores. Cuando vi quién sería el otro luchador, olvidé por un momento mi orgullo herido sintiéndome totalmente incrédulo. Mi adversario era el sirviente, Taren."

"Debe tratarse de una broma o de algún tipo de prueba final filosófica, pensé. Entonces, miré a la multitud y percibí en los ojos de todos que iba a dar comienzo una gran batalla. Nos saludamos con una señal de respeto, yo erguido y él con una gran elegancia y modestia. La lucha comenzó."

"Al principio, creí que sería breve. Todavía pensaba que no era digno ni siquiera de limpiar la arena, así que no digamos ya de luchar en ella. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que estaba siendo ilógico, ya que tendría que haber recordado que había vencido al mismo número de estudiantes que yo para llegar a la final. Bloqueaba mis ataques con contragolpes simples y respondía de la misma forma a los míos. Su estilo era expansivo, incluyendo un sofisticado juego de piernas arcano para, un momento después, propinar simples puñetazos y patadas. Traté de asediarle para deslumbrarlo, pero su rostro nunca mostró ni miedo ni desprecio ante mis habilidades."

"La lucha duró mucho tiempo. No recuerdo cuando fui consciente de que estaba destinado a perder, pero cuando terminó, no me sorprendí ante el resultado. Le saludé con una inusual sensación de verdadera modestia. Sin embargo, no pude resistirme a preguntarle cuando salimos de la arena acompañados de un estruendoso sonido de aplausos, cómo había conseguido en secreto crecer interiormente tanto como para convertirse en maestro."

"Nunca tuve la oportunidad de ascender en el Templo", respondió Taren. "Cada día, limpiaba las salas de entrenamiento de la élite y, después, las de los principiantes." Así que como verás, nunca tuve la posibilidad de olvidar los fallos, las lecciones y las técnicas iniciales mientras observaba y aprendía los métodos de los maestros."

"Partió de Torval a la mañana siguiente para volver a su tierra natal y nunca le volví a ver, aunque escuché que alguna gente presenció como se convertía en sacerdote y profesor. Yo también me hice profesor, tanto de los niños que acaban de empezar su entrenamiento de las Dos lunas, como de la élite. Y me aseguro de llevar a mis mejores alumnos a ver cómo luchan los principiantes para que nunca olviden."

La Biblioteca de Tamriel: OBLIVIONWhere stories live. Discover now