• I •

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Desperté por el sonido horrible de mi alarma, tanteando la mano en el mueble hasta encontrar el aparato y apagar el sonido endemoniado que salía de las bocinas de éste. Cuando estuve sentada tallandome los ojos, decidí después de pocos minutos que ya era hora de levantarme y quitarme la pereza de encima con un baño, y justo ahí empezaba mi rutina de 5 días a la semana, y en resumen de eso era: levantarme, ducharme, comer un desayuno rápido o sobras de la noche anterior, ir al trabajo 10 horas de 9 am a 7 pm, regresar a casa, comer, ducharme de nuevo y dormir. Un total asco – para la mayoría –, pero vamos, así es la vida.

Aunque no me quejo del todo, tengo un trabajo que en realidad me gusta, diseñadora de interiores. Papeles por aquí, papeles por allá, visita a clientes, visita de estos, tienda de pintura, trabajadores, muebles por aquí, muebles por allá. Algo cansado, pero me gusta. Me encanta la idea de una decoración para una linda casa, ya sea grande o pequeña, y que los clientes al final del todo tuvieran una enorme sonrisa en el rostro.

A mis 25 años contaba con lo básico, lo que necesitaba, lo necesario para mí sola, y la verdad me gustaba aquella comodidad sin responsabilidades de niños o alguna mascota, porque siendo sincera, ni siquiera podría cuidarle bien si no cuido de mi al 100% estando la mayoría del día fuera de casa. Pero me gustaba así.

Terminé mi ducha en apróximadamente después de 15 minutos y regresé a mi habitación para poder vestirme después de la ropa interior, con una blusa blanca de botones floja, fajada de una falda de vestir poco arriba de la rodilla, un delgado cinto negro y un suéter delgado nada pesado, ya que hoy tocaba quedarme todo el día en la oficina. Tomé unos tacones de trabajo no muy bajos ni muy altos, lo suficiente solo para verme lo más profesional posible y no verme vulgar. Cepillé mi cabello, utilicé poco maquillaje y estaba lista.

Miré mi celular cuando empezó a sonar con el nombre de mi hermano brillando en la pantalla. Rodé los ojos y contesté mientras caminaba a la cocina sacando las cosas necesarias para prepararme un sándwich rapido.

Buenos días a la hermana más hermosa del planeta.— habló desde el otro lado de la línea.

—Bien, ¿qué ocupas ahora, TaeHyung?— coloqué el altavoz y comencé la preparación de mi sándwich. —Y apurate que son las 8:20 y tengo el tiempo contado.—

Demonios, uno ya no puede ser lindo con su hermana menor porque todo lo tomas como que quiero algo. Me ofendes.— escuché como hacía un sonido con los dientes y la lengua, y reí despacio por su acusación.

—Bien, ¿para que llamabas?—

Mi auto se averió, ¿podrías pasar por mi? Te pagaré el almuerzo de hoy.

—Sí, ahí está, solo me hablas bien para favores.— fruncí la naríz aunque no me veía y terminé de preparar mi desayuno, metiéndolo a una bolsa de ziplo a sabiendas que no iba a desayunar hoy en casa. —¿Estas listo?— solté un suspiro y escuché como soltaba él uno de alivio, y podría jurar que sonreía con esa rectangular forma de hacerlo.

Mi hermano portaba con una singular sonrisa envidiable y encantadora, la cual era a veces difícil de negarse a ella, sin embajor, con el tiempo logré manejarla y saber cuando trataba de manipular con ella la situación.

Sí, solo haz sonar la bocina cuando estes fuera y saldré en menos de 2 segundos.— los sonidos que había del otro lado de la línea me dejaban claro que terminaba de de hacer algunas cosas.

• LOBO NEGRO • 》Jeon JungKook y Tú《 *EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now